La prueba con la que el Ayuntamiento de Madrid celebró los 50 años de su vía de circunvalación fue completada por más de 5.000 pesronas en un recorrido poco habitual, sin público, kilometraje o tiempos parciales. Los corredores soportaron calor abundante bajo tierra, mitigado por una organización sobresaliente de la carrera
Madrid celebra muchas carreras populares a lo largo del año. Cada fin de semana se monta al menos una prueba por las calles del centro de la capital, a veces con carácter solidario y otras para hacer negocio. La de este domingo no buscaba ni lo primero ni lo segundo: era una celebración, la de los 50 años que lleva en funcionamiento la M-30. Y por ello cambiaba durante una mañana sus haituales coches por deportistas.
La carrera era muy especial, no por sus distancias (6 y 10 kilómetros) sino porque tenía lugar bajo tierra, a lo largo del bypass de esta vía de circunvalación. Este hecho le aportaba muchos elementos diferenciadores a cualquier prueba del calendario nacional: no había público, porque solo los corredores y el personal de la organización tenían permitido bajar a los túneles; tampoco existían referencias visuales que permitieran saber si el recorrido era llano o si llegaban pendientes pronunciadas.
Pero quizás lo más sorprendente es que los condicionantes físicos convirtieron la prueba en una carrera a la antigua. La organización no señalizó los puntos kilométricos de paso y, como tampoco había cobertura móvil bajo tierra, los corredores dependían solo de sus sensaciones para saber si estaban yendo más o menos rápido.
Las dos únicas referencias físicas estaban en la bifurcación de las dos distancias, bajo el parque Tierno Galván (kilómetro 3) y la vuelta del recorrido, por debajo de Puente de Vallecas (kilómetro 5). El resto era carretera, túneles y alguna señal de tráfico o curva que rompía la monotonía. Y la entrada-salida: 100 metros de luz natural desde Marqués de Vadillo en Carabanchel.
Otro de los elementos esperables pero no anunciados fue el calor intenso. Los miles de participantes y sus respiraciones intensas en pleno esfuerzo provocaban una subida de temperatura que dejó muchos sudores entre los corredores, algunos con las camisetas empapadas desde los primeros compases. “¡Aclimatación tropical!” gritaba una corredora con sorna mientras se secaba el sudor con un pañuelo, llegando al sexto kilómetro mientras buscaba oxígeno a bocanadas.
Un ejemplo de que faltaba el aire estaba en el giro de mitad de carrera, cuando al entrar al el túnel paralelo y dar la vuelta llegaba una masa de aire frío desde la parte por donde no estaban los corredores. Era como salir a la calle después de haber estado encerrado durante horas en una habitación de tres metros cuadrados.
Afortunadamente, la organización había previsto estas altas temperaturas y en el ecuador de la prueba ofrecía a los corredores botellas de agua para reponer líquidos. Fue uno de los muchos detalles en la preparación de una carrera -a cargo de la empresa municipal Calle 30- que resultó sobresaliente por las numerosas facilidades de las que disfrutaron los corredores.
La inscripción para las carreras era gratuita y, tal vez por eso y también por los singular de la prueba, los dorsales volaron cuando hace unas semanas fue anunciada la competición. Se apuntaron 10.000 personas aunque este domingo finalizaron el recorrido 3.432 corredores los 10 kilómetros y otros 1.461 la prueba más corta, según el listado oficial de tiempos de llegada.
La carrera la ganó Gabriel Muñoz, en dura pugna con David Martínez. Ambos marcaron 32’21“ en meta. Entre las mujeres la más rápida fue Sandra Garrido, con 38’24”.
La línea de meta, situada en el histórico Puente de Toledo, contó con la animación de un speaker y con la música pinchada de El Pulpo, un DJ habitual en eventos del PP al que el Ayuntamiento de Madrid contrata sin parar para sus eventos. Desde la pandemia lleva una decena de bolos, buena parte de ellos otorgados por Javier Ramírez, actual consejero apoderado de Calle 30 y antes concejal de Chamberí y Fuencarral.
Después de un minuto de silencio por las víctimas de la DANA, la salida de la prueba la dio el doble medallista paralímpico Álvaro del Amo, bronce en los recientes Juegos de París en lanzamiento de disco y de peso. Entregó los premios la delegada de Obras y Equipamientos y presidenta de Madrid Calle 30, Paloma García Romero, que calificó de “histórica” la prueba y de “valientes” a los que se aventuraron a correrla bajo tierra.
Fuente: Diego Casado en eldiario.es