La historiadora del arte Iria Ros Piñeiro explora cómo la industria y la historia del cómic japonés han ocultado la autoría de las mujeres y las maneras en que estas se han rebelado y desafiado los roles de género dentro y fuera de sus historias
El manga, el tebeo japonés, es una de las industrias culturales más potentes del mundo. Mueve millones de ejemplares dentro y fuera de su país cada mes, ha influido decisivamente en la evolución creativa de sus equivalentes en Francia, Estados Unidos o América Latina y a través de las adaptaciones al anime, es decir, las series de animación que nos trajeron Dragon Ball, Sailor Moon o Ranma.
Y en cualquier manual de historia del mismo, sobre todo fuera de Japón, pero también en Japón, será más fácil encontrar como “padres” del género a Osamu Tezuka (autor de Astro Boy, el llamado “Dios del manga”) o Fukui Eiichi (pionero del spokon, o manga de deportes). Más raro sería hallar a Machiko Hasegawa o Hideko Mizuno, autoras casi 10 años antes y, resumiendo mucho, “madres” del manga humorístico o del famoso estilo de los “ojos grandes”.
Casos como este le han servido a la historiadora del arte y divulgadora del cómic Iria Ros Piñeiro para escribir El género silenciado, un ensayo publicado en Editorial Base que repasa la historia de las autoras del manga, los motivos de su tradicional invisibilidad y las obras con las que revolucionaron el género, en ambos sentidos de la palabra.
Ros, que ha investigado el uso del cómic como fuente para el estudio histórico de conflictos bélicos o el empleo de las viñetas como herramienta para educar en inclusión, se ha centrado de identificar los sesgos de androcentrismo o gineagnosia en la industria del manga dentro de Japón y en su recepción en Occidente. Por ejemplo, a partir de la gran cantidad de mangakas que no eran hombres, aunque sus lectores así lo creyesen.
¿Por qué muchas autoras decidieron ocultar su nombre con pseudónimo masculino?
El motivo de los pseudónimos en Japón es complejo. Hay varias razones, y algunas no solo afectan a las autoras. Sin embargo, sí hay una clara diferencia entre géneros de los motivos que llevan a unas y otros a decidir usarlos. Se ha dicho que el uso de pseudónimos masculinos influía en la idea de que todos, o la gran mayoría, de los autores eran hombres. Los estudios muestran todo lo contrario. Las mujeres siempre han estado, y están, ahí. Pero resaltan la necesidad de investigaciones que lo muestren porque, hasta no hace mucho, todo el hincapié se hacía sobre las firmas masculinas. De ahí que hubiera una percepción sesgada a todos los niveles, tanto en autorías como en lectores potenciales e investigaciones.
Sorprende el caso que explicas de Weekly Shônen Jump, que descartó tener editoras en una fecha tan cercana como 2019. ¿Sigue vigente ese nivel de machismo en la industria del manga?
El caso de la Weekly Shônen Jump fue muy sonado. Es muy largo y se explica con más detalle en el libro, pero resumiré en que de forma pública admitieron que no había, ni habría en el futuro, editoras en esa revista, cuyo público lector diana son niños y chicos jóvenes. Que sea el público lector objetivo no quiere decir que sean los únicos que leen las obras, ni mucho menos que solo trabajen en ella hombres. Pero la figura editorial en el manga tiene mucho más poder del que podría parecer, así que con ese anuncio aflora un machismo bastante. De todas formas, y como comento en el libro, es una decisión absurda. Que no haya editoras en esa revista en concreto no tiene sentido cuando las autorías de gran parte de sus éxitos de ventas actuales recaen sobre mujeres o personas que no quieren confirmar su género.
¿Qué fue el Grupo del 24?
A mi amigo Íñigo Rodríguez, también divulgador de temas relacionados con el mundo del cómic, le hace mucha gracia el título de ese apartado del capítulo tres: El Grupo del Año 24 o Las Magníficas del 49. Según él, Las Magníficas del 49 suena a grupo de superheroínas… y es un poco así. En realidad, son dos términos irreales que hacen referencia a ciertas autoras de manga de los años 70 que jugaron un papel crucial en el crecimiento y desarrollo del shôjo manga. Pero son dos términos utilizados por la crítica, el periodismo y la academia para agruparlas de tal forma que sea posible estudiarlas. Obviamente, tienen un apartado propio en el libro, ya que se caracterizaban por ser ser inconformistas en todos los aspectos de sus vidas. Todas ellas decidieron perseguir una nueva forma de hacer las cosas, dando importancia a la exploración creativa y al desarrollo de temas no vistos hasta el momento. Muchas de sus obras, por suerte, están llegando al mercado español gracias a algunas editoriales. Y que, de forma generalizada, no reconozcamos sus nombres es debido a lo que comentaba en la pregunta anterior. Por eso es importante empezar a hablar de todos estos temas. Si el libro sirve para descubrir autoras y obras, empezar conversaciones y promover la lectura… yo habré conseguido lo que quería.
¿Y qué importancia histórica tiene Sailor Moon?
Sailor Moon y su autora, Naoko Takeuchi, son uno de los mayores éxitos internacionales del manga. Marcaron un antes y un después cultural a nivel mundial. Y tanto el manga como su serie de animación se convirtieron en un fenómeno global, para todo tipo de público, que perdura todavía hoy en día. Al igual que Las Magníficas del 49, Takeuchi era, y es, una inconformista. Y aprovechó su obra para tratar un montón de temas muy interesantes. Más allá de la magia y los modelitos, hay algo que para mí siempre ha resaltado en esta obra: la diversidad y la sororidad entre sus personajes, incluso entre las villanas y los personajes no normativos. Hasta tal punto que es famoso el meme del señor del antifaz, supuesto protagonista masculino, que no hace nada y se va entre aplausos. El manga causó furor, y la serie de animación triplicó su alcance. En España pudimos ver la serie por primera vez en 1993, solo un año más tarde que su aparición en la televisión japonesa. Era una época en la que a nuestras televisiones llegaban muchas series de animación y aunque legalmente no había una censura directa, sí es verdad que a veces se trabajaba con traducciones de traducciones y pasaban cosas… curiosas. Tiene sentido que, en aquella época, se tradujeran los nombres de los personajes para hacerlos más accesibles al público general. Pero convertir una relación entre dos mujeres, a través de la traducción de los diálogos, en una relación familiar diciendo que son primas… eso fue algo muy fuerte. Y la verdad es que cuando lo vi de pequeña me resultaban raros esos episodios, porque no cuadraba la narrativa de la imagen con lo que escuchaba. Pero no te dabas cuenta. Eso sí, ocurrió en más países, no solo en España. Por suerte todo eso ha quedado atrás y la obra de Takeuchi sigue siendo magnífica y muy disfrutable.
“Las fujoshis han cogido el término que las señalaba por no cumplir los roles de género y ahora lo usan como arma arrojadiza. Están orgullosas de serlo”
Hasta llegar a autoras recientes que se identifican como fujoshi, un insulto que explicas cómo se han reapropiado.
La palabra fujoshi literalmente significa “chica podrida”. Es un término japonés empleado para referirse a las mujeres que se convierten en fans tanto del manga como del anime y de las novelas protagonizadas por relaciones afectivo-sexuales entre hombres. Se empezó usando de forma despectiva, como muchas otras palabras. El primer capítulo del libro empieza con una cita de uno de los mangas de Akiko Higashimura donde aparece este término. Y me parecía muy significativo no solo por la autora y su obra, también porque en muy poco tiempo se ha visto resignificado por la gente a la que se pretendía señalar. Las fujoshis han cogido el término que las señalaba por no cumplir los roles de género y ahora lo usan como arma arrojadiza. Están orgullosas de serlo. Me parecía un ejemplo perfecto de cómo romper ese silencio en torno a ciertos temas de género. Como todo, habrá gente que siga utilizándolos de manera ofensiva, y no todo el mundo podrá enarbolar la bandera fujoshi en el trabajo. Pero lo importante es la evolución de los temas, y la ruptura del silencio. Por cierto, el término para hombres con la misma afición es fudanshi, que también existen.
Dedicas la introducción a aclarar las diferencias culturales en el concepto de género entre Japón y Europa. ¿Ese salto ha perjudicado a la lectura del manga en Occidente?
En los 90 te hubiera dicho que sí. Pero en la actualidad, no. El nicho de lectores de manga ya no es nicho. Leer manga es mainstream, y eso es genial. Las diferencias culturales que yo explico en el libro están más relacionadas con cómo nos acercamos a un estudio de una cultura, vista desde el punto de vista externo. Es decir, yo investigo la cultura japonesa y te la expongo, pero te aviso que lo hago desde una educación española. Al tratar temas de género, no puedo hacerlo con una visión eurocéntrica, necesito tener en cuenta el contexto político-social de las obras para entender por qué pueden no parecer muy rompedoras aquí, pero allí sí lo son. Y al hacer eso, y poner todo en contexto, se genera algo muy interesante: temas que parecen muy locales se convierten en universales. Eso sí, que nadie se asuste, que el libro está escrito para que sea accesible a todo el mundo, sepa o no de manga. Mi editor se ha encargado de que no me pusiera asquerosamente académica.
“Educar la mirada es también algo en lo que tenemos que trabajar como sociedad. Disfrutar de todo tipo de lecturas, pero siendo siempre críticos con ello”
¿Y cuánto crees que hay en ciertas lecturas de género que hacemos del manga de esa mirada occidental o eurocéntrica?
Uf, esto daría para otro libro completo. Yo creo que, en general, les lectores de Europa no nos hacemos este tipo de preguntas al empezar a leer un manga. Seleccionamos títulos por otro tipo de intereses. Si me gusta el deporte leeré mangas como Slam Dunk o Haikyuu; si me gustan los romances me iré a por algo como Signos de afecto o 3am Zona Peligrosa. Y así con todo. La cultura japonesa, así como la nuestra, es machista. Y hasta cierto punto eso permea en las obras, como es normal. Tenemos que ser capaces, como personas adultas, de hacer lecturas críticas. Si me apetece leer una mamarrachada con burradas terribles, puedo hacerlo si la obra está disponible, pero tengo que ser consciente que estoy leyendo una mamarrachada con burradas terribles. Educar la mirada es también algo en lo que tenemos que trabajar como sociedad. Disfrutar de todo tipo de lecturas, pero siendo siempre críticos con ello.
¿Las etiquetas como el shôjo y el josei han servido como limitaciones para las autoras tradicionalmente o les han dado una libertad que no hubieran tenido en géneros “masculinos”?
El término shôjo lo que indica es que la revista donde originalmente se publicaban esos mangas tenían un público objetivo que se suponía iban a ser niñas preadolescentes y adolescentes, mientras que el josei era para adultas. El tema de las etiquetas es el gran melón con el que empieza El género silenciado. No puedo resumirlo en un par de frases, pero de forma generalizada diré que no. Entre otras cosas porque en muchos casos no se sabe que son autoras y pueden hacer lo que quieran hasta cierto punto. El problema surge cuando se relacionan de manera consciente o inconsciente estas demografías con géneros de ficción concretos o con temas específicos para potenciar roles de género. Ahí es donde entra también la problemática de importar términos, y utilizarlos de forma errónea todavía en la actualidad.
¿La forma de expresar los temas queer de las mangakas es diferentes a la de los autores masculinos? ¿El éxito de algunas obras ha podido tener su importancia en cómo se perciben esos temas en Occidente?
Generalizando mucho, puedo decirte que las reivindicaciones del colectivo LGTBIAQ+ y las reivindicaciones de las mujeres, tanto en Japón como en España, van muy de la mano. Y eso influye en las obras de unas y otras. A nivel social, Japón se presenta como un mundo binario y homogéneo. Hombres y mujeres, todos con el mismo traje; si te sales de la norma te irá mal. Pero, como ocurre en absolutamente todas las sociedades, luego eso no es así. Todas las sociedades tienen una diversidad brutal, y por suerte cada vez es más visible. El manga lleva siglos de ventaja respecto a las leyes en Japón. Como cualquier arte, sirve para expresar realidades, documentar el presente, pero también para imaginar situaciones mejores a las que aspirar y peores a las que temer. Si hay algo que saco tras terminar este libro, es la necesidad de seguir investigando estos temas, y cómo se entrelazan sus autorías. Y bueno, no te voy a negar que esa investigación esté empezada, aunque parada momentáneamente. Pero me meteré en ese charco en algún momento.
Fuente: Jose A Cano en pikaramagazine.com
Imagen: Iria Ros Piñeiro posa con su libro./José Aragón