Entre Podemos y Yolanda Díaz la gestión le gana al ruido mediático

Entre el sector más “pablista” de los morados y la vicepresidenta hay discrepancias pero la necesidad del día a día de llevar adelante la administración actúa como un freno a los pirómanos. La voz potente de Iglesias con quejas hacia Díaz cubre un manto de buenas relaciones y vínculos más aceitados de lo que el público conoce. Una batalla de tiempos y ansiedades con una transición de liderazgo aún en proceso

Un líder territorial de Podemos se cogía de la cabeza al escuchar lo que Pablo Iglesias había dicho, sin nombrar, sobre la vicepresidenta Yolanda Díaz, preocupado por la espiral que podía venir. En misma situación, un diputado de la formación morada asentía con alegría por el enfado político que tiene acumulado con la líder gallega. Palomas y halcones frente a un tema que para la inmensa mayoría de los españoles es menor y digno de culebrón de bajo coste.

Ambas reacciones que pudo saber El Salto a través de intermediarios son la representación de un momento de ebullición para el interior de Unidas Podemos (y si cabe decirlo por separado, Sumar) por las discrepancias en torno a la estrategia política propia y de conducción de la alianza que tienen muchos dirigentes morados con respecto a Díaz. Tienen una voz que dice lo que piensan y lo amplifica en los medios de forma brutal: la de Pablo Iglesias, el extodo de Podemos (secretario general, cofundador, vicepresidente).

Que Iglesias sea el político español con más seguidores en la red social Twitter con 2,7 millones (casi dobla a Pedro Sánchez) y tenga un programa muy visto por la progresía le da un poder de difusión a sus declaraciones que arrasa con el de la mayoría de los dirigentes. Que sea el auctoritas para muchos a la izquierda del PSOE y que quien lo haya sustituido al frente de Podemos, Ione Belarra, no tenga la misma densidad política, ayudan a la amplificación de su mensaje aún más. El morbo mediático, especialmente de los que anhelan la desaparición de la izquierda transformadora, termina por hacer detonar todo.

Pero tras bambalinas, no todo es pirotecnia verbal. Existe un trabajo discreto de dirigentes intermedios y no tanto que tejen poco a poco para que las diferencias no impacten en la gestión, que en definitiva es lo que el electorado va a juzgar cuando vaya a las urnas.

Mucho ruido y pocas nueces

“Si la izquierda no resucita la coalición y la prestigia como expectativa positiva, no tiene ninguna opción de ganar las próximas elecciones generales ni reeditar una mayoría. (…) Si el Sumar de Yolanda Díaz no apuesta por el motor Podemos, su coche no saldrá del box. Y no hay otra vía. Los que le susurren lo contrario deberían apartarse”, afirmaba en su columna semanal en La Vanguardia el influyente Iván Redondo, uno de los padres del producto Pedro Sánchez, su exjefe de gabinete y una de las personas que más saben sobre estrategia y demoscopia en España.

De una u otra forma, los “yolanders” y los morados parecen entender esto. La respuesta judicial a la ley del “Sí es sí” —una revancha de la judicatura conservadora, opinan unos cuantos— ha sido un estruendoso recordatorio de que todo traspié en la gestión será observado con microscopio y a medio año de las municipales y autonómicas y a casi un año de las generales (si no se produce un adelanto) tener errores en la administración del día a día es un lujo que no se puede permitir el Gobierno de coalición.

Lo sucedido con la mencionada ley merece un párrafo aparte. La embestida machista y violenta contra la ministra de Igualdad, Irene Montero, ha despertado más resquemores e Iglesias lo eligió como una trinchera más en su duelo hiper-personal con Díaz. Al apuntar contra la ausencia de defensa de la vicepresidenta ante la reacción conservadora se volvieron a crispar los ánimos en las bases. Quienes defienden a la exsindicalista gallega aseguran que no es verdad que hubo silencio, que el equipo de prensa se encargó de enviar fuentes que defendían la ley y de hecho hay periodistas que presenciaron un off the reccord en el que Díaz, hace una semana en Valencia, respaldaba a Montero y pedía que se tenga en cuenta que lo ocurrido no es un problema de Igualdad sino de todo el Gobierno.

Todas las fuentes consultadas señalan a Belarra como el epicentro del diálogo entre las partes. Su vínculo con Díaz es permanente y con ella se hablan tanto los temas de la gestión como políticos

Irene Montero este sábado dio a entender que comparte la opinión de Iglesias. En un acto de Podemos con personalidades de la cultura y dirigentes y militancia en el Centro Cultural Bellas Artes dio un largo discurso en el que hizo un detallado análisis de la “violencia política” que fue contra ella y dijo que parte de esa estrategia de sectores conservadores es minar la confianza: “Quieren que dudemos de nosotras, que no haya redes de apoyo mutuo, de confianza”.

“Por eso es importante que en los momentos difíciles haya compañeras que usen su poder para alzar la voz para defendernos, defendernos las unas a las otras es defender la conquista de derechos”, ha enfatizado, en una alusión que nadie tuvo dudas hacia quién iba dirigida (aunque es posible que no pensara solo en Díaz sino también en políticas del PSOE y periodistas importantes autoproclamadas feministas). Montero concluyó su discurso, cabe destacar, con una reflexión pesimista: “La violencia política no va a parar, irá a mas, porque es una decisión política de los adversarios del feminismo y del cambio social”.

Lo cierto es que en el día a día hay muchos alfiles que cooperan para que haya puentes sólidos entre los dos bandos (aunque los yolandistas detestan que se hable de bandos) y se avance hacia una progresiva conciliación. Estas y estos dirigentes están vinculados, inexorablemente, a la gestión de la cosa pública. El ser alto cargo de un gobierno que costó tanto conformar y está en constante inspección acaba siendo un impulso centrípeto y balsámico a pesar de la acción centrifugadora de quienes exponen las discrepancias.

Todas las fuentes consultadas señalan a Belarra como el epicentro del diálogo entre las partes. Su vínculo con Díaz es permanente y con ella se hablan tanto los temas de la gestión como políticos. Para el ciudadano común cabe explicar: la coalición es entre el PSOE, que funciona de manera más vertical, y un partido confederal diverso en el que hay demandas diferentes. Hay una negociación parlamentaria entre los diferentes sectores de Unidas Podemos para ponerse de acuerdo entre sí (muy pocas veces no se logra, como por ejemplo en la prohibición de la prostitución) y también una a nivel Ejecutivo.

Algunos asuntos los ministros lo coordinan con el presidente del Gobierno, lo que llaman algunos el cause normal, y otras veces es la propia Díaz en su interlocución con Sánchez que negocia cuestiones puntuales trabadas. Fuentes de Moncloa aseguraron a El Salto que, por ejemplo, dos cuestiones de Igualdad las destrabó en persona la vicepresidenta con el líder del PSOE (una partida especial para luchar contra la trata bloqueada por Hacienda, y la ley Trans). También recuerdan que en la negociación presupuestaria los ministerios de Irene Montero y Belarra aumentaron 18 y 12 por ciento sus recursos y eso sin el apoyo de Díaz sería imposible.

Fuentes conocedoras del proceso de escucha de Sumar afirman que los conflictos mediáticos son más una cuestión del microclima político madrileño

Otro de los impulsores de conciliar con Díaz es el portavoz Jaume Asens (que representa a En Comú, el partido de Ada Colau con quien la vicepresidenta tiene una relación fluida) y también los diputados Enrique Santiago, secretario general del PCE y muy influyente al interior de Izquierda Unida, y Antón Gómez, muy cercano a Díaz y hasta hace poco el líder de Galicia en Común. Fuentes de Podemos señalan que además contribuyen a “la pacificación” la magistrada Victoria Rosell (Delegada contra la Violencia de Género) y Angela Rodríguez Pam (una de las manos derechas de Montero).

En el día a día, y por ser secretario de Economía de Podemos, se destaca el diálogo constante de Nacho Álvarez, secretario de Estado en Derechos Sociales. “Están negociando constantemente cosas, no podría ser de otra manera. Es un vínculo operativo, porque el trabajo tiene que salir adelante y Nacho lleva mucha carga legislativa del ministerio (el de Belarra). Es la voluntad de que funcione el Gobierno lo que se prioriza”, comentan a El Salto desde su círculo cercano.

Fuentes conocedoras del proceso de escucha de Sumar (que básicamente es la precampaña de instalación de Díaz y su nueva estética de cara a las generales) afirman que los conflictos mediáticos son más una cuestión del microclima político madrileño que instala un relato sin tanta correlación en la periferia y que los de Sumar le informan a todos los secretarios de Podemos en las provincias y autonómicos a cada visita de la vicepresidenta y que éstos y la militancia ayudan a hacer los actos y acercan contactos, como así también se avisa a los que toquen (En Comú, Compromís o Más País).

El conflicto y la ansiedad

La crítica que hace meses se escucha por lo bajo en las autoridades moradas es que desde octubre 2021 Díaz, como máxima representante de Unidas Podemos en la coalición, no convoca a reunión al mecanismo de coordinación que ellos llaman Mesa Confederal, para cohesionar las diferentes posiciones y unificar la voz dentro de la heterogeneidad que tiene el espacio.

A eso también se le suma la irritación del famoso acto de “Otras políticas” que hubo en Valencia y organizado por Compromís en el que no hubo figuras de Podemos (aunque sí del espacio confederal). Hay en muchos un sentimiento de rechazo ante lo que ven como un desdén de Díaz, que ha elegido un camino de construcción personal y una estrategia que ninguno de ellos previó.

Los mimos a Podemos no están en agenda de la vicepresidenta, pero tampoco romper lazos ni mucho menos. Sabe que el destino, por amor o conveniencia, los tendrá que tener unidos

Los que apuestan por la conciliación creen que también hay una ansiedad por un liderazgo contundente y una reivindicación que no llega y que también se trata de una transición que cuesta digerir. Hay un dato de la realidad insoslayable: el liderazgo de Iglesias era muy fuerte, vertical y emocional, y era vicepresidente a la vez que secretario general de Podemos. Ese contexto ya no existe hace año y medio y que los actores se acomoden está llevando más tiempo del deseado por muchos.

También algunos gestos de Díaz quedan enmudecidos por la cobertura mediática que, como es lógico, prefiere destacar el morbo para capturar clicks. Por ejemplo, la vicepresidenta hizo una enfática reivindicación de Podemos en la Escuela de Verano y, hace horas, por ejemplo en su cuenta personal de Twitter ha destacado y agradecido la labor del líder de Podemos Madrid y vicealcalde de Alcorcón, Jesús Santos.

Lo cierto es que en las autonómicas y municipales Díaz ha anunciado que colaborará en lo que pueda pero su marca electoral se estrenará en las generales (cuya fecha solo decidirá Sánchez y será cuando le convenga más a él, claro está, con límite legal en mediados de noviembre). Los mimos a Podemos no están en agenda de la vicepresidenta, pero tampoco romper lazos ni mucho menos. Sabe que el destino, por amor o conveniencia, los tendrá que tener unidos. Ellos saben que a la hora de cerrar las listas y montar la campaña será su gran momento para ejercer presión. Por ahora, desde su entorno se espera calmar ansiedades, tener inteligencia estratégica y que Iglesias, en su nuevo rol de ariete mediático de la izquierda, se tome un respiro.

Fuente: Daniel Galvalizi en elsaltodiario.com
Foto: La cohabitación de espacios políticos en el acto de Sumar del pasado julio en Madrid | David F. Sabadell

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