No podemos obviar que la inmigración es un fenómeno complejo que debe analizarse y tratar de darle soluciones que no pasan ni por “puertas abiertas” ni por represión y expulsiones indiscriminadas
Es un tema que no es sencillo y que no pretenderemos abordar en su globalidad. Lo único que intentamos en todo caso es denunciar el hecho de que las derechas de todo tipo en los países occidentales utilizan la inmigración como un elemento para lanzar una campaña demagógica presentándola como el principal problema de nuestras sociedades.
Las sociedades occidentales donde se dan fuertes pulsiones contrarias a la inmigración son a la vez demandantes de la misma desde el punto de vista económico. Ante la falta de mano de obra nacional, las empresas demandan mano de obra externa no sólo para su utilización sino para tener el necesario “ejército de reserva” que permita rebajar las exigencias de la población trabajadora.
Estos países europeos colonizadores deberían llevar a cabo unas políticas eficaces de colaboración y desarrollo de los países originarios de la emigración y del conjunto del continente
Este no es un problema actual. La emigración se ha producido a lo largo de la historia moderna. Sólo cabe recordar que la población blanca de Estados Unidos o Australia es fruto de la emigración europea. Estados Unidos tuvo una primigenia inmigración blanca, anglosajona y protestante que hoy compone la minoría “WASP” dominante que incluye a la mayoría de las élites del país. Posteriormente recibió numerosas poblaciones de otro tipo, unas forzadas como los esclavos negros, o mano de obra china, y otra de origen europeo (irlandeses, italianos, nórdicos, eslavos, etc.). Es decir, es un país de inmigrantes que ahora quiere frenar el aluvión de emigración pobre procedente de Latinoamérica, y que sirve de base a la campaña electoral de Trump que los presenta como el peligro más grave para una inexistente identidad norteamericana.
La utilización demagógica de la inmigración como base de las políticas de las derechas se extiende como una ola también en la UE. La demagogia sobre los peligros de la emigración, sustancialmente africana o árabe se está convirtiendo en la base de una hegemonía ideológica de la derecha en estos momentos, que ha llegado a contagiar a gobiernos de centro izquierda como el alemán o el británico y que es carta de naturaleza de prácticamente toda la derecha continental.
Todo ello es contradictorio con la propia historia de muchos países. Portugal, España, Italia o Grecia fueron no hace mucho tiempo exportadores de inmigración hacia Alemania, Suiza, Bélgica, Francia o Latinoamérica. Una emigración forzada de carácter político, como la española después de la guerra civil, como económica en busca de trabajo en las décadas posteriores a la II Guerra Mundial.
La derecha, y gran parte de la población, parece olvidarse de este pasado reciente. Debemos insistir en que se trata de una posición ideológica y dogmática, cuyo objetivo es desgastar la base electoral de la izquierda. Esta posición contrasta de forma directa con las necesidades de la propia derecha económica y las necesidades sociales de más trabajadores para potenciar el desarrollo económico.
Mucha es la complejidad del tema de la emigración y de la necesidad de una regulación ajustada al cumplimiento de la legalidad humanitaria internacional
Uno de los objetivos de la derecha y la ultraderecha política es enfrentar a los sectores más desfavorecidos de la clase trabajadora nacional con la inmigración a la que se presenta como competidores que vienen a disputarles no sólo el trabajo sino las ayudas sociales, y los servicios públicos sanitarios o educativos. Todo ello a partir de argumentos falaces. Un ejemplo de ello se demuestra en las elecciones en la parte oriental de Alemania, donde la ultraderecha de AFD utiliza la campaña del miedo a los peligros de la inmigración en unos estados, zonas empobrecidas respecto al resto del país, donde contradictoriamente la presencia de la emigración es escasa.
Otros casos se basan en la difusión de bulos sobre la delincuencia y ataques a ciudadanos por parte de inmigrantes, en muchos casos falsos pero que han permitido en casos como Gran Bretaña que la ultraderecha haya provocado graves disturbios sociales violentos. Lo lamentable es que, frente a ello, la izquierda moderada plantee restricciones en su política migratoria como ha anunciado el canciller Sholtz, o como el premier Strarmer buscando en la Italia de la neofascista Meloni soluciones para aplicar como puede ser la externalización de centros de internamiento en terceros países. Ello significa rendirse a la ofensiva iliberal capitaneadas desde las ultraderechas “trumpistas” y neofascistas.
Todos los análisis económicos demuestran el efecto positivo de la inmigración en todos los sentidos, tanto de aportación económica y fiscal al país como, dada su juventud, la reducida utilización de los servicios públicos, todo ello al margen del rejuvenecimiento de una población envejecida derivada de la escasa tasa de natalidad.
Es necesario denunciar la hipocresía en el caso español de las campañas antinmigración iniciadas por VOX y secundada ahora por el conjunto de la derecha. Recordemos que todo se inició por la propuesta de redistribución de los menores no acompañados entre las diversas comunidades autónomas. Esta primera discusión que provocó la ruptura de los gobiernos del PP y Vox, se transforma en una campaña antinmigración global del PP contra el Gobierno de Coalición, finalizada con la visita de Feijoó a Meloni.
Uno de los objetivos de la derecha y la ultraderecha política es enfrentar a los sectores más desfavorecidos de la clase trabajadora nacional con la inmigración
Cabe señalar asimismo que todas las miradas se dirigen hacia la llegada de “cayucos” y de los emigrantes africanos o magrebíes, mientras nadie señala que la principal puerta de inmigración en España es el aeropuerto de Barajas por donde entra la mayoría de la inmigración, que es fundamentalmente latinoamericana en nuestro país. Nadie habla de la inmigración china o asiática en parte porque esta crea sus propios pequeños negocios y no compite con la mano de obra nacional.
Es destacable asimismo el racismo que comporta. Así todo el rechazo hacia los emigrantes negros o musulmanes se convierte en parabienes frente a los ucranianos, más de 200.000 en protección temporal, mientras el asilo hacia refugiados de otras procedencias se aplica con gran restricción. No sabemos si es debido a sus características europeas, de refugiados de piel clara, rubios y cristianos. También parece más aceptable la latinoamericana con la que nos une idioma y religión.
El fariseísmo es notorio. Nadie observa como los trabajos más duros, trabajos en obras públicas o construcción están ocupados en gran parte por mano de obra africana o magrebí. Se obvia siempre a la mano de obra Latinoamérica, especialmente femenina que se ocupa de la asistencia en el hogar o de las necesidades de las personas de la tercera edad.
La huella racista es notoria y provoca hechos como los ataques a campamentos de emigrantes en zonas rurales, donde son buenos para el trabajo, pero a los que después no quieren verlos paseando por los pueblos después del trabajo, sean estos en Huelva o Lleida. O la contratación en Huelva para la recogida de la fresa donde prefieren personal femenino magrebí más dócil y fácil de explotar e incluso en algunos casos de someterlo a abusos.
Esta situación en nuestro país no es nueva, se dio también en nuestro país durante el franquismo cuando la inmigración de Andalucía, Murcia, Galicia, Aragón y otras regiones hacia Catalunya o Euskadi (entonces País Vasco), exigida para el desarrollo económico fue recibida por parte de la población autóctona como si fueses extraños (“charnegos” o “maquetos”). Y se da la paradoja que en muchos casos fueron inmigrantes los integrantes fundamentales en la lucha antifranquista, por la democracia y por el reconocimiento de los derechos nacionales en esas comunicades.
La huella racista es notoria y provoca hechos como los ataques a campamentos de emigrantes en zonas rurales, donde son buenos para el trabajo, pero a los que después no quieren verlos paseando por los pueblos
Al inicio ya hemos señalado la complejidad del tema de la emigración y de la necesidad de una regulación ajustada al cumplimiento de la legalidad humanitaria internacional. Lo que hemos querido centrar es el hecho de que en la actualidad es un tema utilizado de forma demagógica por las derechas para situar a la defensiva a una izquierda que tiene dificultades para articular un discurso que sin ser el de “puertas abiertas” sea capaz de plantear una política de inmigración con derechos.
Todo ello conllevaría también a una reflexión por parte de los países occidentales, especialmente los que colonizaron África o continúan explotando sus recursos. Estos países deberían llevar a cabo unas políticas eficaces de colaboración y desarrollo de los países originarios de la emigración y del conjunto del continente.
Fuente: Manel García Biel en nuevatribuna.es