El periodismo como arma social

Con una clara vocación de denuncia social, el periodismo debe esforzarse en profundizar y contextualizar, además de fomentar el pensamiento crítico para avanzar hacia un mundo mejor

No es un secreto para nadie que el periodismo no pasa por su mejor momento. Aunque existen medios que hacen una excelente labor independiente, el gremio se ha ganado su mala fama por los grandes medios integrados en poderosos conglomerados. A pesar de esto, todavía son muchas las personas que aceptan sin dudar lo que dicen los telediarios cada día mientras comemos o cenamos. A estas alturas, sabemos que no debemos creer todo lo que escuchamos, pero ¿dónde está la línea?

La importancia del contexto

Se puede tener la mejor de las intenciones para informar con objetividad. Sin embargo, el mayor error que han cometido los medios desde que la información pasó a ser tan instantánea y vertiginosamente rápida, ha sido perder de vista la base del buen periodismo, de una de las tareas centrales del periodismo: el contexto. Sin duda, los grandes medios tienen tras de sí poderosas empresas con sus influyentes intereses que dictan la agenda setting, lo que debe estar en primer plano en la opinión pública, sobre lo que la gente debe hablar y lo que no. Por eso no vale la pena detenerse en estos medios.

Pero incluso aquellos que pretenden informar con absoluta veracidad y la mayor objetividad posible, con la mejor intención, corren el riesgo de caer en la desinformación si no desarrollan el contexto de los hechos. Esto es complicado en un sistema de comunicación que se basa en la inmediatez y el solapamiento constante de noticias, un bombardeo de información digno de Un mundo feliz, de tal manera que una ya no sabe en cuál detenerse ni por cuánto tiempo, así que en muchas ocasiones decide ignorarlo todo.

Bastantes profesionales del gremio han advertido reiteradamente de que falta profundidad. Una profundidad y un contexto imprescindibles en una sociedad en la que la desinformación intencionada, la manipulación y la execrable culpabilización de colectivos sin ningún tipo de escrúpulo ya calan con fuerza.

Las historias tras los datos

Llevamos ya una década recibiendo noticias fugaces sobre la guerra en Siria, y aun así es llamativo cómo la sociedad en general conoce el tema solo por encima. Saben que hubo un ataque tal o cual día y que murieron tantas personas, pero continúan sin ser consciente de lo que ocurre en realidad. Lo mismo pasa con la guerra en Yemen, desde donde apenas interesan las noticias debido a la complicidad de Europa con Arabia Saudí, la principal responsable.

Pero no hay que irse tan lejos. Cuando se informa de un desahucio, por ejemplo, se dan los datos y ya está. Muchas personas creerán que eso es la objetividad, pero, si simplemente se aportan datos sin ningún tipo de contextualización, damos pie a que sean interpretados incorrectamente, pudiendo tachar incluso de «alborotadora» a la persona desahuciada por resistir hasta el final con el apoyo de su vecindario. En este caso, fomentamos también la desinformación.

Así, es necesario explicar en detalle los motivos de manifestaciones y huelgas, remontándonos años atrás si hace falta para que la sociedad comprenda por qué ocurre lo que ocurre, más allá de los datos. Los datos por sí solos solamente son eso, datos. Y, en los accidentes o los conflictos, las cifras no son más que números, por lo que debemos luchar porque lo que destaque sean las personas y la realidad que hay detrás de esas cifras.

El papel social del periodismo

Habrá quien lea esto y opine que la función del periodismo solo es informar. Existe una cita atribuida al periodista y escritor George Orwell que dice que «periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás es relaciones públicas». El periodismo tiene un papel social muy importante. Hay más citas que hacen referencia a ello, como la del destacado periodista bielorruso Ryszard Kapuściński: «El deber de un periodista es informar de manera que ayude a la humanidad y no fomentando el odio o la arrogancia. La noticia debe servir para aumentar el conocimiento del otro, el respeto del otro. Las guerras siempre empiezan mucho antes de que se oiga el primer disparo, comienzan con un cambio del vocabulario en los medios».

Sí, es deber del periodismo buscar la objetividad y la profundidad, ofrecer las diferentes versiones para que la sociedad comprenda lo que está sucediendo. Sin embargo, también es su deber no ser neutral. De igual manera que las guerras empiezan en los medios, la sociedad también puede progresar hacia el respeto y la solidaridad entre los pueblos. Este punto de vista se refleja maravillosamente en una cita del Premio Nobel de la Paz sudafricano Desmond Tutu: «Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor».

Hablar de lo importante

Para llevar a cabo este cambio social, es imprescindible que los medios se comprometan. Una de las maneras es cambiar la agenda setting. ¿Realmente es importante destacar por todo lo alto que Amancio Ortega es uno de los hombres más ricos del mundo? ¿No será más relevante para la clase trabajadora que en Francia hay una huelga indefinida en un determinado momento y, por ejemplo, ahora por toda España, no solo en Cádiz? ¿O que en Murcia llevan años luchando por el soterramiento del AVE, con cargas policiales incluidas?

El mundo comenzará a caminar hacia una mayor justicia social cuando una persona trabajadora se sienta más cerca de otra de su misma clase —viva en Francia, Irán o Bangladesh— que del gran empresario que paga su sueldo. O del hombre más rico de su país, al que sacamos en las noticias solo por ser español, como si un trozo de tela uniera más que el hambre, la precariedad o los bajos salarios. A ese gran empresario en realidad no le preocupa en absoluto esta persona y no tendría reparos en despedirla, ya que, para él y sus negocios, es solo un número.

La conciencia de clase

El principal problema en este sentido es que la clase trabajadora ha perdido la conciencia de clase —un claro ejemplo es que poca gente sabe ya lo que son la plusvalía o las cajas de resistencia— y se cree más cerca de quien la explota que del resto de explotados del mundo. Ya ni hablamos de ser consciente de la propia explotación, que tampoco es habitual. Sin embargo, el poder no ha perdido esa conciencia y por eso va ganando y es dueño del sistema.

Cuando la sociedad comprenda esto, comenzaremos a avanzar. Pero, para llegar ahí, para conseguir un mundo más justo en el que se erradiquen la explotación y el abuso, los medios deben comprometerse y profundizar en todos los temas, despertando la actitud crítica de quienes los leen, escuchan o ven.

Fuente: Tania Lezcano en contrainformacion.es

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