El edificio de titularidad autonómica, abandonado por la quiebra de la constructora responsable y nunca finalizado por los Gobiernos del PP, será derribado en base a informes técnicos no publicados y pese a que fue levantado junto a un centro de salud con las mismas condiciones, que seguirá en funcionamiento
El Teatro de Almendrales, en el distrito de Usera (Madrid), prometía ser una de las dotaciones más destacadas de un barrio en expansión a mediados de los noventa. Sin embargo, en 1995 las obras quedaron suspendidas a falta de pocos remates debido a la quiebra de la empresa responsable, Termac. 29 años después, su destino por fin se reactiva, pero con un desenlace inesperado y lamentado por todas las personas implicadas en el recinto: el derribo.
Una demolición anunciada por la Comunidad de Madrid después del Consejo de Gobierno celebrado el pasado 28 de agosto. Fuentes de la Consejería de Infraestructuras, Vivienda y Transportes indican a este diario que “es un edificio que no se terminó de construir y que no cumple con la normativa actual”. El Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso se escuda en una serie de informes técnicos no publicados, que indicarían que la construcción supera el límite de altura permitida, según recoge El País. El arquitecto original del proyecto, Antonio Lopera, asegura por contra en conversación con Somos Madrid que los motivos son otros: “No es una decisión técnica, es una decisión política”.
“No entiendo en base a qué informes técnicos se propone demolerlo, me gustaría que se hicieran públicos. Se habla de una objeción urbanística por un problema de alturas y de que está en ruinas, cosas alucinantes porque son mentira”, afirma Lopera. Apunta de hecho que la edificación se levantó en un bloque de equipamientos que incluye también “un centro de salud con la misma altura y la misma actuación urbanística” que funciona con normalidad. “Si empiezan a demoler tendrán que cerrar el centro de salud”, augura.
“Es la primera vez que me pasa algo así a lo largo de la carrera”, lamenta el arquitecto responsable de este inmueble con 1.850 metros cuadrados. “Tengo 75 años y mi cuota de soberbia cumplida, no defiendo mi obra sino una inversión pública de aproximadamente 1 millón de euros que se va a tirar a la basura”, añade.
El proyecto fue ejecutado por el Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima), actualmente llamada Agencia de Vivienda Social de la Comunidad de Madrid, para albergar un teatro-cine y un centro cultural. El presupuesto ascendió en concreto a 100 millones de pesetas (600.000 euros, un precio sin ajustar a inflación). La misma entidad, dependiente de la Consejería de Infraestructuras, Vivienda y Transportes, asume ahora las obras de demolición por un gasto superior al millón de euros.
Jesús San Vicente, también arquitecto y presidente de la agrupación del Colegio de Arquitectos de Madrid NexoCoam, se muestra igualmente crítico con la decisión de demoler en lugar de pensar en otras alternativas sobre el propio edificio: “Frente a la construcción como vía tradicional para mejorar nuestro entorno, es posible construir más y mejor no haciendo nada, con acciones que garanticen la sostenibilidad económica, social, cultural y ambiental”. Apuesta por “reutilizar, regenerar, revertir, recuperar, rehabilitar, revitalizar, reubicar, restituir… poniendo en valor la preexistencia para regenerar en vez de destruir”.
Cree que el teatro “no puede estar fuera de la legalidad, ya que se construyó con arreglo a la normativa urbanística de los Planes Especiales de Reforma Interior (PERI)”. Lopera recalca asimismo el “impacto ecológico de los escombros”, que se une al urbanístico. “Es una locura medioambiental”, sentencia San Vicente.
Otra vertiente es la pérdida de un espacio que puedan explotar los residentes. “Los vecinos están decepcionados y es lógico, porque se pierde un equipamiento previsto para su barrio”, dice Lopera. Su compañero de profesión se muestra todavía más crítico: “El edificio es una perita en dulce para cualquier equipamiento que el barrio necesite. Por eso todo huele a operación público-privada con algún negocio que explote los derechos del solar”.
Marisa, vecina y activista del barrio de Almendrales, se explayó en los anhelos vecinales en declaraciones a El País: “Cuando se hizo la remodelación del barrio, los vecinos pedimos un teatro, no porque fuera un teatro, sino porque dentro dieran clases de tramoyistas, figurinistas, peluquería… oficios relacionados con el teatro, que era algo que no existía. Ahora nos han ofrecido hacer un centro cultural en otro sitio. Es mentira también. No harán nada”.
Un proyecto estrella rodeado de infortunios
Antonio Lopera repasa la trayectoria del edificio y los momentos claves que impidieron su inauguración: “Lo promueve el Ivima como parte del equipamiento para la remodelación del barrio, que tenía viviendas de una planta en mal estado. El PERI persigue la sustitución por viviendas de tres plantas y eso desemboca en el aumento de la capacidad de alojamiento y del suelo libre. Por ello se planean equipamientos al aire libre en el centro del barrio, así como este otro solar del bloque con el centro de salud y el teatro/centro cultural”.
La quiebra de Termac, la empresa constructora del teatro, paralizó unas obras ya muy avanzadas para este recinto pensado para una capacidad de 300 personas (el escenario estaba ya ultimado). Este hecho coincide con la salida del PSOE al frente de la Comunidad de Madrid en 1995 y la llegada del Partido Popular. “El nuevo equipo de Gobierno no muestra el menor interés en continuar con la obra”, apostilla Lopera.
El arquitecto defiende que, pese a esta función original nunca completada, el recinto puede adaptarse a otros usos y a diferentes explotaciones más allá de la vecinal: “Me planteé hacer un edificio con un valor funcional intrínseco independientemente de quien lo gestionara, por eso hice un teatro/cine y otros espacios incorporables como una sala de ensayo o dependencias administrativas si los vecinos no fuesen capaz de gestionarlo”.
En estos casi 30 años, sin embargo, la situación se enquistó sin que se materializase ningún proyecto para acabar los trabajos y poner el lugar en funcionamiento. “Hubo dos organismos interesados en hacerse con el teatro: el Ministerio de Cultura, para que fuera sede de la Joven Compañía de Teatro Clásico, y el obispado de Madrid para transformarlo en usos pastorales. Ninguno acabó por hacerse con el espacio”, relata Lopera.
Las conversaciones entre Comunidad de Madrid y Ayuntamiento para una cesión municipal tampoco se concretaron en ningún momento, aunque ahora el Gobierno autonómico prevé entregar la parcela al Ejecutivo de José Luis Martínez-Almeida una vez se ejecute el derribo.
“Almeida y Ayuso son especialistas en incumplir su palabra y ahora han decidido demoler el teatro fantasma de Usera”, protesta en declaraciones a este periódico la portavoz de Más Madrid en el Ayuntamiento de la capital, Rita Maestre. “Se comprometieron a ponerlo en marcha y ya vemos cómo lo van a hacer: dejando un solar a la espera de dar un buen pelotazo urbanístico”. La concejala recuerda que “este teatro es una reivindicación vecinal histórica, ya que dinamizaría cultural y socialmente el barrio de Almendrales”.
Si la demolición se materializa, el edificio solo habrá tenido vida unos pocos meses. Fue en 2011, cuando un grupo de personas de la asamblea vecinal 15M lo ocuparon para desarrollar el proyecto autogestionado La Osera de Usera, antes de ser desalojados en julio del año siguiente.
Fuente: Guillermo Hormigo en eldiario.es
Fotos cedidas por Antonio Lopera