La etóloga británica falleció este octubre a la edad de los 91 años

Este miércoles 1 de octubre falleció Jane Goodall, etóloga y una de las mujeres científicas más relevantes, a la edad de 91 años por causas naturales, según confirmó el Instituto Jane Goodall en un comunicado en redes sociales.
La británica, nacida en Londres el 3 de abril de 1934, fue una pionera en el estudio de los chimpancés, descubriendo pautas de conductas y habilidades que se desconocían hasta entonces, y a una observación que dedicó más de seis décadas de su vida.
Jane Goodall llegó a convertirse en una de las impulsoras de la primatología moderna y reconocida como Mensajera de la Paz de Naciones Unidas en 2002, así como el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica en 2003 o la Medalla de Oro de la UNESCO en 2006.
Cuando Jane Goodall leyó Tarzán a los 10 años y quiso dedicarse a vivir con animales
Una carrera científica que nació cuando a los 10 años le regalaron el libro ‘Tarzán, el rey de los monos’, como ella misma relató en varias entrevistas, y fue lo que le hizo querer dedicarse a lo que haría desde bien joven.
Adiós a Jane Goodall, la legendaria primatóloga que nos enseñó a mirar a los chimpancés como a nosotros mismos dozz.es/oqm8t1
— RTVE Noticias (@rtvenoticias.rtve.es) 1 de octubre de 2025, 20:33
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Si bien Jane Goodall siempre se consideró amante de los animales, fue al leer Tarzán cuando comenzó a solar con irse a vivir con los chimpancés en África, algo que todos se tomaron a broma excepto su madre, que la animó en lo que se propuso.
“Me enamoré de ese glorioso rey de la jungla”, comentó en su entrevista en ‘La Revuelta’ de RTVE en abril, donde también repitió una de sus frases más famosas: “Tarzán se casó con la Jane equivocada”, que hace referencia directamente al personaje femenino de la historia.
Y es que Jane Porter, personaje reconocido además en la versión animada de Tarzán en Disney que se estrenó en 1999 con música de Phil Collins, no tiene referencia directamente con Jane Goodall, de hecho, el cuento fue publicado en 1912, dos décadas antes del nacimiento de la primatóloga.
El primer viaje a África de Jane Goodall
Pero como ella misma afirmó, Tarzán sí que tuvo influencia directa para desarrollar su carrera, que comenzó cuando con 23 años llevó a cabo su primer viaje en África y acompañada por su madre, Margaret Myfanwe Joseph, escritora que firmaba con el seudónimo Vanne Morris Goodall.
Relevante fue el viaje que realizó Jane Goodall al Parque Nacional de Gombe en Tanzania en julio de 1960 con 26 años, cuando se acercó por primera vez a chimpancés en estado salvaje que abriría una nueva etapa en la conservación, observación e investigación de las especies.
Fuente: Andrea Blez en eldiario.es
Imagen montaje de fotos y capturas de video incluidos en este artículo

Fuente: Miquel Llorente en eldiario.es
El regalo de compartir universo con Jane Goodall: “Estar con ella significaba sentir que el futuro era posible”
El primatólogo Miquel Llorente recuerda el principal el legado de la activista y científica recién fallecida: tender puentes entre ciencia y sociedad, entre conocimiento y acción, entre el respeto por los animales y la urgencia de preservar la vida en todas sus formas

La primera vez que me encontré con Jane Goodall en persona fue en 2007, durante una visita a las excavaciones del Abric Romaní de Capellades (Barcelona). Allí se daban cita algunos de los grandes de nuestra ciencia, como Eudald Carbonell o Marina Mosquera, ambos vinculados al proyecto de Atapuerca. En aquel entorno cargado de historia y preguntas sobre nuestros orígenes, su presencia alteró la atmósfera desde el momento en que salió de su vehículo.
Ella apareció como quien no necesita presentación. Su sola presencia modificaba el ambiente: las conversaciones se ralentizaron, las miradas convergieron en ella y, de algún modo, el tiempo parecía transcurrir más despacio. Era como si irradiara una serenidad que obligaba a detenerse. Jane poseía esa capacidad de atraer sin imponer, de unificar sin dominar, de recordarnos que lo verdaderamente esencial no éramos nosotros, sino aquello que nos reunía: la ciencia, el conocimiento, el interés por comprender el origen del ser humano y de nuestra propia naturaleza, los animales, el planeta.
Esa fue siempre la esencia de Jane Goodall. Más allá de la primatología, más allá incluso de la conservación, lo que proyectaba era una forma de esperanza. Estar con ella significaba sentir que el futuro era posible. Tenía la rara virtud de sembrar semillas en cada persona que la escuchaba: semillas de ilusión, de compromiso, de acción. Y esas semillas germinaban tanto en grandes proyectos de conservación como en gestos cotidianos.
Más allá de la primatología, más allá incluso de la conservación, lo que proyectaba era una forma de esperanza. Estar con ella significaba sentir que el futuro era posible
Pienso en las dedicatorias que solía escribir en sus libros: “Follow your dreams”, “Every individual matters”, “Together we can make a difference” (Sigue tus sueños, Cada individuo importa, Juntos podemos marcar la diferencia). Frases sencillas y humildes que, sin embargo, se transformaban en motores de cambio para quienes las recibíamos. Su iniciativa Roots & Shoots, nacida en 1991, es prueba de ello: un movimiento juvenil que ha movilizado a generaciones enteras para pasar de la admiración a la acción, de la preocupación a la transformación.
Derribó muros con humildad
En lo científico, Jane fue una pionera indiscutible, pero también una valiente. Atreverse a proclamar en los años sesenta que los chimpancés usaban herramientas, que tenían culturas propias, que mostraban personalidades diferenciadas, que sentían emociones complejas y que poseían una inteligencia innegable no solo era innovador, era arriesgado. La comunidad científica permanecía anclada en un paradigma rígido que negaba tales posibilidades.
Hoy hablamos e investigamos la cultura animal, la personalidad, la cognición o la vida emocional en primates como algo evidente. Entonces, eran términos casi prohibidos. Ella, con paciencia infinita y un respeto inquebrantable, se atrevió a derribar esos muros. Lo hizo con la delicadeza y la humildad que la caracterizaban, pero también con una firmeza interior que la sostenía frente a las críticas. Esa combinación, aparentemente opuesta, era parte de su fuerza: ternura y coraje en una misma persona.
Es cierto que fue acusada de antropomorfismo, de proyectar cualidades humanas en los animales. Pero también lo es que, sin esa capacidad de reconocer en los chimpancés intenciones, emociones y memorias propias, quizás nunca habríamos dado el salto de comprensión que hoy nos resulta natural. Ese “exceso” de empatía fue, en parte, el precio que pagamos por acercarnos de verdad a ellos.
Su figura, tan poderosa, eclipsó en ocasiones a otros pioneros de su tiempo. Pienso en Biruté Galdikas, la última superviviente de las “Trimates” elegidas por Louis Leakey, dedicada a los orangutanes.
Pienso también en nuestro querido —y admirado mentor— Jordi Sabater Pi, casi desconocido fuera de la primatología, pero pionero en el estudio de los chimpancés y co-descubridor del uso de herramientas, con un artículo en Nature en 1969 que se sumaba a los de Suzuki (1966) y la propia Goodall (1964).
La primatología nunca fue en sus manos un fin en sí mismo, sino un medio para recordarnos algo más profundo: que compartimos el planeta con seres sensibles, inteligentes y complejos
Fueron descubrimientos convergentes que transformaron nuestra manera de entender a los animales y, con ello, a nosotros mismos. Y, sin embargo, el magnetismo de Jane relegó a un segundo plano a muchos de estos investigadores. No porque ella lo pretendiera, sino porque su mensaje trascendía lo estrictamente científico.
Para quienes coincidimos con ella, la primatología nunca fue en sus manos un fin en sí mismo, sino un medio para recordarnos algo más profundo: que compartimos el planeta con seres sensibles, inteligentes y complejos; que nuestra singularidad no nos otorga carta blanca para destruir, sino una responsabilidad mayor para proteger. Esa fue su verdadera revolución: tender puentes entre ciencia y sociedad, entre conocimiento y acción, entre el respeto por los animales y la urgencia de preservar la vida en todas sus formas.
Hoy su ausencia deja un vacío inmenso. Pero también nos queda la certeza de que su legado no desaparece, sino que se multiplica en quienes escuchamos sus palabras
A los que tuvimos la fortuna de compartir un momento con ella —ya fuese una comida, una charla, una conferencia multitudinaria— nos queda la impresión de haber estado frente a alguien que transformaba lo invisible en tangible. Hoy su ausencia deja un vacío inmenso. Pero también nos queda la certeza de que su legado no desaparece, sino que se multiplica en quienes escuchamos sus palabras, leímos sus libros o compartimos con ella, aunque fuera un instante.
En miles de científicos, divulgadores, activistas y personas anónimas que siguen regando esas semillas que ella plantó. Jane Goodall no solo cambió la primatología. Cambió nuestra forma de mirar el mundo. Y ese es un regalo que seguirá inspirando a generaciones enteras, un motivo de esperanza compartida.
Miquel Llorente es director del Departamento de Psicología de la Universitat de Girona y miembro del grupo de investigación Comparative Minds
Fuente: Miquel Llorente en eldiario.es

Fuente: María Ramírez en eldiario.es
Jane Goodall: “La rabia está bien, pero debemos canalizar esa rabia para cambiar el mundo”
La primatóloga, antropóloga y activista alerta contra el maltrato animal en mercados salvajes y granjas de cría intensiva también como fuente de enfermedades para los humanos. Está esperanzada por la acción de los jóvenes y la innovación tecnológica, y aconseja a los periodistas contar también historias positivas
Jane Goodall, la primatóloga, antropóloga y activista, charla con elDiario.es desde su casa en el sur de Inglaterra junto a dos fotografías. Una es la de su madre, conocida como “Vanne” y que en 1960 la acompañó al parque natural de Gombe, en Tanzania, para estudiar los animales en su entorno. La otra imagen enmarcada es la de uno de sus primates favoritos, el primer chimpancé que le perdió el miedo y que ella llama David Greybeard (rompió con la tradición académica de identificar a los animales con números).
Antes de la pandemia, Goodall, de 88 años, solía recorrer el mundo para promocionar el trabajo de su fundación, el Instituto Jane Goodall, y ahora dedica gran parte de su tiempo a hablar de la conservación, la crisis climática y la movilización de los jóvenes en encuentros online. Ella se llama a sí misma “Jane virtual” y dice sorprenderse del impacto que puede tener con entrevistas como esta para celebrar el décimo aniversario de elDiario.es.
Cuenta el momento en que se convirtió conscientemente en activista. En 1986, durante un congreso sobre conservación, estudió los datos del daño medioambiental en lugares que ella llevaba más de 20 años visitando. “Fue muy chocante ver que los bosques estaban desapareciendo y la cantidad de chimpancés estaba descendiendo. Fui a aquel congreso como científica, pero salí de allí como activista. No tomé una decisión, simplemente fue un cambio en mi fuero interno”, explica. “El cambio climático es una clara amenaza existencial al igual que la pérdida de la biodiversidad. Debemos darnos cuenta de que somos parte del medio ambiente y, de hecho, dependemos de él, incluso en medio de una ciudad. Cada vez que respiramos, cada trago de agua, cada kilómetro para comer… proviene del entorno natural”.
Goodall pone como ejemplo la pandemia del coronavirus y su relación con el deterioro del medio natural. “La pandemia, igual que el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad, la hemos provocado nosotros mismos. Esta vez por la forma completamente irrespetuosa en la que tratamos a los animales, entrometiéndonos en su medio natural, forzándolos a un contacto más estrecho con las personas, cazándolos, traficando con ellos por el mundo, vendiéndolos en mercados de fauna salvaje”. También alerta del peligro de las “granjas de cría intensiva, donde miles de millones de animales están atrapados en condiciones espantosas para darle a la gente carne barata”.
Esperanza
Pese a sus advertencias sobre los abusos contra la naturaleza y la gravedad de la crisis climática actual, su mensaje es a menudo positivo. Su último libro se llama The Book of Hope y tiene un podcast de entrevistas llamado Hopecast. En la conversación con elDiario.es, cuenta que tiene esperanza por la lucha de las personas más jóvenes, la innovación tecnológica, la resistencia de la naturaleza y la toma de conciencia individual sobre la huella de la acción humana.
Aprecia el trabajo de jóvenes como Greta Thunberg, aunque deja claro que el tono de la activista sueca no es su estilo. “Yo creo que la rabia está bien, pero debemos canalizar esa rabia hacia cambiar el mundo. Creo que necesitamos a gente como Greta, pero no es mi estilo… Creo que el cambio de la gente debe ser desde su interior. Y estar enfadados y acusando a la gente no necesariamente la cambiará en su fuero interno”, dice. “Pero estamos en una situación tan grave que pienso que probablemente necesitemos ambos estilos. Y no hay duda de que Greta ha concienciado a la gente”.
Está convencida de que para cambiar las políticas de los gobiernos y las acciones de las empresas que destruyen el planeta hace falta que las personas con poder estén convencidas de verdad, no solo por miedo o conveniencia. “La única forma de llegar a ellos es tocarles la fibra sensible, no pelear con ellos, no acusarlos, sino tratar de encontrar una historia o historias que les lleguen al corazón”, dice.
La experiencia de la guerra
Con la perspectiva del tiempo y de haber sufrido la Segunda Guerra Mundial en la Londres bombardeada, Goodall confía en la fuerza del individuo. Ella habla de la experiencia de la guerra como ejemplo de resistencia: “Estaba acostumbrada a no dar nada por hecho. Teníamos racionamiento, no podíamos salir e ir a una tienda y comprar lo que quisiéramos, no teníamos comida a demanda de cualquier lugar del mundo así como así. Podíamos comer una diminuta pieza de carne una vez a la semana. Creo que era un huevo por persona a la semana. Cosas así… Hay tanta gente hoy en día con estilos de vida insostenibles… Tienen mucho, mucho, mucho más de lo que necesitan. Así que, si las cosas se ponen un poco más caras, quizá las valoremos más y derrochemos menos”.
Su consejo para elDiario.es y el resto de medios que informan sobre la crisis climática es contar también noticias de mejoras en el entorno. “Necesitamos que los medios pasen más tiempo contando historias positivas, porque esas son las que dan esperanza a las personas, y así dirán: ‘Madre mía, han recuperado esta zona, podemos recuperar esta también’”.
Fuente: María Ramírez en eldiario.es
Vídeo: Nando Ochando, Xabi González y Andreu Far

Greta Thunberg y Jane Goodall Ellas son la imagen del día.Colaboraron juntas en distintas iniciativas y acciones.Ambas son ejemplo de valentía, de coraje, de honor.
— Edda (@eddaragnarok.bsky.social) 2 de octubre de 2025, 8:59
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Today's Cartoon- Jane Goodall
— Joe Heller (@joeheller.bsky.social) 2 de octubre de 2025, 20:42
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