Las organizadoras de la movilización feminista más importante del año no quieren renunciar a tener presencia en barrios, pueblos y ciudades, aunque estudian la forma de hacerlo para que prime el cuidado y queden incluidas todas las mujeres, también la que no pueden o no quieren movilizarse físicamente
Las comisiones territoriales que organizan las movilizaciones del 8 de marzo trabajan en el diseño de actos y actividades con la idea general de “tomar las calles”, pero de hacerlo con cuidado, garantizando la seguridad de las participantes y la inclusión de las mujeres que por distintos motivos no quieren o no pueden participar presencialmente. La pandemia no ha hecho sino poner de manifiesto, con más claridad si cabe, las desigualdades y precariedades que el feminismo viene denunciando, pero también la fuerza del movimiento social que, organizado en los barrios, ha puesto el cuerpo para crear lazos de solidaridad con los que hacer frente a la crisis.
“Compañeras, vecinas, amigas, hermanas, madres, hemos conseguido mucho, pero queda por hacer. Vente a la manifestación del 8M y después, para transformar nuestras vidas”. Así llamaba a la movilización Sara Naila Navacerrada, en la rueda de prensa que ofreció la Comisión 8M de Madrid el 5 de marzo de 2020 en la Eskalera Karakola. Ya entonces los medios de comunicación presentes le preguntaban por la incidencia de aquello que entonces era todavía una incógnita que llegaba del continente asiático pasando por Italia: el coronavirus. Pero nadie imaginaba la virulencia que adquiriría esta pandemia mundial sin precedentes. Las autoridades autorizaron la movilización, como tantas y tantas actividades sociales y económicas en esos días, y por tercer año consecutivo, el feminismo movilizó a cientos de miles de mujeres en España. A diferencia de 2018 y 2019, el año pasado no había convocada huelga estatal, pero el despliegue de actividades en barrios, pueblos y ciudades fue enorme, durante todo un mes, y tuvo su broche en las manifestaciones. Poco después, el estado de alarma. Y con él las críticas machaconas e injustificadas, la criminalización del feminismo por parte de la ultraderecha que acabó incluso en los tribunales, que sentenciaron que las acusaciones no tenían fundamento.
Hay cosas que se han tornado diferentes en este último año en el que confinamientos y distancias físicas se confunden a veces con “distancia social”. Pero las asambleas donde se prepara el 8M siguen siendo muy participativas, aunque haya que recurrir a las pantallas. “El domingo 17 de enero, estuvimos hasta 429” cuenta para AmecoPress Carri, vocera de la Comisión 8M de Madrid, aunque con capacidad para aguantar las cuatro horas que duró la asamblea, fueron la mitad.
“Las feministas hemos llevado el táper a nuestra vecina y también hemos sido las que más hemos necesitado de esas redes de solidaridad”
Y es que el movimiento feminista mantiene el músculo pese a la pandemia. De hecho, la actividad ha sido constante en barrios y pueblos durante los últimos meses. La emergencia sanitaria ha puesto sobre la mesa una “necesidad muy fuerte de trabajar en lo más cercano y lo más inmediato”. De hecho, “las feministas hemos llevado el táper a nuestra vecina”, relata Carri para explicar lo acontecido en los barrios y la importancia del feminismo en la configuración e impulso de las redes vecinales, pero “también hemos sido las que más hemos necesitado de esas redes de solidaridad”, porque la precariedad afecta especialmente a las mujeres: “muchas compañeras han perdido el trabajo, muchas no pueden pagar el alquiler, hay tantas que no pueden acceder a un ERTE porque su trabajo no está reconocido laboralmente….”, argumenta la activista.
En ese contexto, apoyándose en el argumentario del año pasado, “muy completo y absolutamente vigente”, las feministas harán hincapié en la “centralidad de los cuidados”, desarrollados en gran medida en “condiciones de precariedad y en muchos casos por mujeres migrantes” y en la necesidad de “repensarlos”. También resaltan algunos temas como el cierre de los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), la derogación de la Ley de Extranjería y la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para las trabajadoras del hogar que el Gobierno todavía tiene pendiente y advierten la necesidad de poner en la agenda todo tipo de precariedad, cuestiones como la salud mental y los derechos sexuales y reproductivos.
Este año al menos en Madrid no ven oportuno plantear hacer huelga –“que es una herramienta, no un objetivo”, recuerdan-, pero sí ahondar en la dinámica de la descentralización, que les permite ganar superficie, incluir todo el trabajo realizado durante la pandemia en barrios y pueblos y facilitar la participación de muchas mujeres que de otro modo no se sentirían interpeladas. Pero siempre con la prioridad de “tomar las calles”.
En estos momentos, la Comisión 8M de Madrid está diseñando la convocatoria central de la capital, “que podría ser un acto central o una manifestación”, siempre “siguiendo las medidas sanitarias”. Pero apostando por “dar visibilidad a las convocatorias en barrios y pueblos”. Y sin descartar la actividad digital, como campañas por redes o movilizaciones online.
Tenemos que tener en cuenta que muchas mujeres no se mueven bien con la tecnología. Otras no podrán ir a las manifestaciones porque son mayores o tienen mayor riesgo ante el coronavirus por distintos motivos. Ya en movilizaciones pasadas se denunció que había mujeres encerradas en los CIEs o trabajadoras de hogar internas que no pudieron movilizarse y los delantales expuestos en los balcones y ventanas pasaron a la historia como muestra de solidaridad con ellas. En todo caso, al 8M van todas las mujeres, no solo las que militan en organizaciones o grupos, sino todas aquellas que experimentan en sí mismas las consecuencias de una estructura social que las discrimina y sienten la necesidad de gritar cómo quieren que sea el mundo. En todas ellas piensan las organizadoras.
Fuente y Foto: AmecoPress | Gloria López en NuevaTribuna