Se dice que Mariano Rajoy ha comentado respecto a Núñez Feijóo que es el momento de estar callados. Sea o no verdad este rumor sobre el antiguo Presidente del Gobierno, la sensación que se tiene es que no va desencaminado. Núñez Feijóo habla mucho y, en términos coloquiales, parece que mete mucho la pata. La semana del 20 al 26 de marzo, con una prolongación al día 27, es indicativa de esta verborrea del presidente del Partido Popular.
En la semana que se inició el 20 de marzo Núñez Feijóo, además de desaparecer de la moción de censura (de lo que luego hablaremos), acudió a Bruselas para que se viera que se desinteresaba de la moción de censura de Vox. Y allí, en la capital comunitaria, tuvo una intervención a propósito de la recientísima reforma de las pensiones acordada entre el Gobierno y los sindicatos, donde hizo dos tipos de afirmaciones, a saber: que se había quejado a las instituciones comunitarias de la reforma; que él estaba a favor de la reforma de la jubilación decidida por el Presidente Macron y que ha originado y sigue originando grandes protestas en toda Francia.
Que Núñez Feijóo haga estas afirmaciones en Bruselas no ha de extrañar. Llevamos varios años denunciando en esta sección que el Partido Popular ha adoptado una estrategia peligrosa que consiste en denunciar al Gobierno español (en definitiva, al Estado español) ante la Comisión Europea (Javier García Fernández: “El fantasma de Antonio Pérez sigue recorriendo Europa”, Sistema Digital, 19 de junio de 2020). Con la eficaz ayuda de la antigua Ministra de Rajoy, Dolors Montserrat, que preside la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo, el partido conservador está continuamente desprestigiando al Gobierno español sin querer ver que a quien se desprestigia es al Estado y a la Administración de España. Resulta que la reforma de las pensiones ha sido bien vista por la Comisión.
Resulta que ante tanta crítica el Comisario Gentiloni ha pedido a Núñez Feijóo una oposición más constructiva, pero el Partido Popular no puede escapar de una estrategia que ya ha interiorizado, que es desprestigiar a su propio país para así desprestigiar al Gobierno. Tiene razón el director de La Vanguardia que señala que es un error acudir a Bruselas a criticar al Gobierno y que la llamada de atención de Gentiloni es para reflexionar (Jordi Juan: “Errores no forzados del PP”, La Vanguardia, 28 de marzo de 2023).
Y si la actuación al estilo de Antonio Pérez ya se ha convertido en una forma de hacer oposición que daña a España, el momento y la forma elegida por Núñez Feijóo para criticar la reforma del sistema español de pensiones no han podido ser más inoportunos al defender la reforma de Macron. ¿Está de acuerdo el Partido Popular con una decisión que está incendiando Francia incluso con muertos? ¿Comparte el Partido Popular la aplicación del artículo 49 de la Constitución francesa que permite aprobar proyectos legislativos salvo que los Diputados presenten y ganen una moción de censura? Si está de acuerdo, no parece justificada su constante crítica a la legislación de urgencia que al menos tiene que estar motivada por razones de extraordinaria y urgente necesidad.
No contento con una intervención tan dañina para España y para el propio Partido Popular, Núñez Feijóo intervino en un acto organizado por su partido con inmigrantes iberoamericanos con alguna participación de los evangélicos. Y allí se desmelenó hablando de la condescendencia del Gobierno con diferentes regímenes opresores. También se refirió a que al día siguiente (“mañana”) el Presidente Sánchez se fotografiaría “con un par de dictadores”. El problema es que el “mañana” era la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo a donde no han acudido los dictadores cubano, venezolano y nicaragüense.
¿Es consciente Núñez Feijóo del daño que ese tipo de afirmaciones hacen a España y también incluso a su partido? ¿Lleva preparadas esas boutades o las suelta cuando se le ocurren? Si inapropiado es siempre criticar al propio Gobierno en medio de un gran acontecimiento internacional, ¿qué se puede pensar de un político que ni siquiera se ha informado de los asistentes al acontecimiento y donde, por vez primera en mucho tiempo, han faltado los dictadores?
Pero todo puede mejorar. Núñez Feijóo se ha revuelto contra las lógicas críticas del Gobierno y como ya no tiene límites verbales y no sabe distinguir entre la prudencia y la imprudencia, entre la verdad y la mentira, se ha quejado a continuación de que el Gobierno trata al Partido Popular como en un régimen autoritario. Parece claro que el líder del principal partido conservador ha entrado en una fase verborreica que no puede controlar.
Se comprende en cierto modo el nerviosismo y la tensión de Núñez Feijóo. Por eso no ha podido votar contra la moción de censura de Vox, pues sabe que las cuentas no le salen y que no puede enfrentarse al partido de la extrema derecha, ya que lo va necesitar tras las próximas elecciones municipales y autonómicas. Y sabe que, aunque difícil, sólo con Vox podría llegar a La Moncloa. Por eso no quiere enfrentarse a Vox y por eso su curioso mutis por el foro durante las sesiones parlamentarias.
Decididamente, este hombre ya no tiene arreglo. Y sólo el temor de algunos barones populares a Díaz Ayuso impide que se prepare una fronda como la que derribó a Casado.
Fuente: Javier García Fernández en nuevatribuna.es

Fuente: Carlos Elordi en eldiario.es
Feijóo anda perdido
Basta mirar la hemeroteca para concluir que Núñez Feijóo accedió al liderazgo del PP porque el partido necesitaba con dramática urgencia sustituir a Casado. Que no había habido proceso previo de reforzamiento del nuevo dirigente máximo. Que se le trajo de Galicia a Madrid con lo puesto
Aunque recita sin pausa lo que le han escrito para salir en los papeles, el líder del PP pierde presencia y fuerza cada día que pasa. Es difícil discernir qué expresa su rostro, hierático a veces, soso casi siempre, pero lo que no trasmite en ningún momento es la convicción de que va por el buen camino, de que está haciendo lo que se había propuesto. Y las cosas que dice, algunas estrambóticas, suenan demasiado a material que le han preparado, a que nada suyo hay en ellas. A no ser que en él se produzca un cambio drástico, es inimaginable que este hombre pueda hacer una campaña electoral a fondo, en la que hay que poner alma y carisma.
Está claro, además, que el equipo que le asesora no es precisamente bueno. Para empezar, le ha impuesto algo que seguramente no tiene sentido: que salga a la palestra todos los días o cuando menos todas y cada una de las veces que el Gobierno o, mejor, Pedro Sánchez, diga o haga algo. Y no de cualquier manera. Sino para ponerlo a caldo con los calificativos o argumentos más duros posibles. Como si la consigna en los despachos del PP fuera que dejar pasar, sin demolerla, cualquier iniciativa del rival viniera a ser como un reconocimiento de su superioridad.
No son esos mimbres sólidos para fortalecer una alternativa. Un partido que cree que puede gobernar puede perfectamente permitirse la aceptación de alguna iniciativa del rival. Es más, eso debería de aumentar su credibilidad. Pero los asesores de Feijóo, y seguramente él mismo, han debido concluir que la mejor manera de ganar las elecciones es destruir a la izquierda y, en particular, a su líder. Lo malo es que si esa estrategia no funciona se pueden encontrar colgados en el vacío.
Lo malo, además, de esa táctica de denostar todo lo que hace el Gobierno, sin concesiones, es que hay que trabajar muy rápido, porque Sánchez y el PSOE no paran, y eso lleva a cometer errores o, cuando menos, a construir argumentos muy poco sólidos. Decir que la idea de la reforma de pensiones del Gobierno está equivocada y que la buena es la que inspira el plan de Emmanuel Macron no sólo es ideológicamente perverso, porque en el fondo lo que propone son recortes, sino que es un sinsentido cuando el argumento que el PP esgrime para votar en contra de esa reforma es que no se les ha informado sobre su contenido. Entonces, ¿cómo la pueden descalificar con tanta contundencia?
Feijoo debería estudiar con más calma lo que sus asesores le dicen que diga. Como el ataque insensato a las cumbres iberoamericanas que ahora el PP odia simplemente porque a ellas va Pedro Sánchez. ¿O está tan obsesionado con contratacar con lo que sea que no se para a analizar sus palabras?
Meteduras de pata aparte, como la de acudir al acto en el que tomaría parte una desaforada predicadora evangélica, la pérdida de protagonismo de Núñez Feijoo en sus propios actos políticos no es cosa de ahora. Viene de atrás. El líder del PP anda perdido tras el corto momento de gloria que vivió nada más asumir el cargo, porque cualquier cosa que no fuera el desastre de Pablo Casado era un canto a la esperanza.
Pero si se piensa un poco sobre los mimbres sobre los que sus exégetas han venido construyendo su figura se atisba la idea de que estos no son abrumadoramente sólidos. Sus décadas de carrera política no habían conseguido que él superara el listón, nada despreciable por supuesto, de líder victorioso de la derecha en una región que no está precisamente en el eje del poder, político y económico de España.
Hasta que dio el salto a la presidencia del PP, Feijóo estuvo casi siempre muy lejos de los cenáculos en los que se trataban los asuntos importantes. Y eso es inevitablemente un hándicap cuando lo que se pretende es gobernar un país. Feijóo puede perfectamente estar soportando, y sufriendo, el peso de esa limitación. Incluso eso explicaría el aire un tanto perplejo, tímido incluso, que ofrece cuando se le ve en público. Como si el escenario al que ha accedido de repente le viniera demasiado grande.
Basta mirar la hemeroteca para concluir que Núñez Feijóo accedió al liderazgo del PP porque el partido necesitaba con dramática urgencia que alguien sustituyera a Casado. Que no había habido proceso previo de reforzamiento del nuevo dirigente máximo. Que se le trajo de Galicia a Madrid con lo puesto. Es decir, siendo el mismo de siempre, con sus éxitos y limitaciones.
Y en política el paso del tiempo es cruel y antes o después esas limitaciones salen a la luz sin tapujos. Si, encima, enfrente tiene a un rival que no ceja, dispuesto a todo con tal de no perder, la cosa se complica. Porque Núñez Feijoo no va a tener un momento de respiro. Sánchez no se lo va a dar.
Y sus otros rivales, tampoco. Isabel Díaz Ayuso espera detrás de la esquina para darle el hachazo si no gana las generales. Y Santiago Abascal va a tratar de seguir haciéndole la vida muy difícil, porque los problemas del PP son el combustible que Vox necesita para seguir existiendo. A Alberto Núñez Feijoo le esperan ocho o nueve meses de sufrimiento.
