¿Cómo un país que se enorgullece de su hostelería, de la cantidad de bares y restaurantes, de su gastronomía y de tener tantas ciudades que son destinos turísticos, no dignifica ni lo más mínimo el sector?
¿Cuántas veces has escuchado la frase que ‘’vivimos del turismo’’? En este último año, vecinas y vecinos de diferentes ciudades ya han señalado las contradicciones de la dependencia al turismo, sus efectos en la vida del barrio, en el precio de la vivienda, el impacto ecológico y las condiciones laborales del sector.
La frase de ‘’vivimos del turismo’’ está muy lejos de la realidad para la clase trabajadora, lo correcto es viven del turismo, ellos, las patronales, las instituciones que se lucran, el pequeño propietario de un piso turístico o los grandes fondos de inversión. Nosotras, la clase trabajadora, el modelo turístico que tenemos nos condena a la pobreza. El indicador AROPE de personas en riesgo de exclusión y/o pobreza demuestra que nuestro país, y sobre todo el Paìs Valencià tras el discurso de la patronal de los beneficios del turismo, lo que se genera es precariedad laboral, desequilibrio y brechas de toda índole. Es curioso que este indicador sea de la propia Unión Europea, cuando fomenta que tengamos esta situación. Pues, no podemos obviar no hablar del papel que jugamos en la UE y la división internacional del trabajo cuando hablamos del sector servicios. Es la propia UE y sus políticas quien nos han condenando a ser un país de camareras precarias, años y años de desmantelamiento de nuestra industria, de impedir tener una economía diversificada, perpetuando un monocultivo en torno a un turismo, a un turismo que proviene de países centro y norte europeos, que tienen un mayor poder adquisitivo y nos tratan como un país donde disfrutan de nuestras playas mientras nosotras les servimos.
Y es que es necesario que nos centremos en las condiciones laborales de las trabajadoras del sector turístico, principalmente en la hostelería, cuya patronal es la primera en ondear la bandera de éxito turístico. Esa misma patronal que en estos últimos 5 años hemos visto cómo ha cambiado su discurso de ‘’si te quejas, tengo cien mil como tú’’ al ‘’faltan camareras, no quieren trabajar’’ ¿y que generó ese cambio? la crisis de la COVID, tras décadas y décadas de normalización de la precariedad en la hostelería, donde ‘’12 horas es la jornada normal’’, donde la economía sumergida y todo tipo de abusos laborales eran la norma del sector. Con el cierre de los bares el grueso de las trabajadoras del sector nos vimos sin ERTES, sin derechos a la prestación por desempleo, o si las teníamos muy bajas y nos cansamos de no cobrar por nuestro trabajo ni las horas que echamos tras la barra, y empezamos a exigir lo mínimo: un contrato correspondiente a nuestra jornada, el pago del salario según convenio y el cumplimiento de los descansos. Estas mínimas reivindicaciones, no organizadas, hizo que no encontraran tan fácilmente mano de obra prácticamente esclava y pusieran el grito en el cielo, y verano tras verano tengamos que escuchar su misma cantinela.
Y es que, ¿cómo un país que se enorgullece de su hostelería, de la cantidad de bares y restaurantes, de su gastronomía y de tener tantas ciudades que son destinos turísticos, no dignifica ni lo más mínimo el sector? En su mismo discurso se evidencia que la lucha de clases no es algo del pasado, ellos se enorgullecen de los beneficios que ganan a costa del sudor y dolor de pies de miles y miles de camareras y camareros de punta a punta del Estado. Se lucran, de aprovecharse de que sea para gran parte de la juventud trabajadora el primer empleo, que consideren un trabajo de paso, aunque muchas veces no lo termina siendo, se aprovechan de su inexperiencia en el mundo laboral y de la necesidad y del pensamiento, de ‘’ bueno solo son estos tres meses’’ para incumplir artículo por artículo el estatuto de las personas trabajadoras. Se aprovechan de las personas migrantes poniéndoles a fregar platos 14 horas al día sin contrato con un salario ridículo. Se aprovechan de un tejido productivo de micro y pequeñas empresas (menos de 5 trabajadoras) donde la organización sindical es muy complicada, pequeñas empresas que intentan hacer el juego de que empresario y trabajadora son lo mismo y una familia, para que no luches por tu derecho hasta que te das cuenta que no sois iguales cuando el llega con el coche nuevo, tú no sabes si podrás pagar el alquiler el mes que viene y que para ti final de mes es el día 6.
No podemos obviar el papel de las mujeres en el sector, un sector altamente feminizado; como sabemos la brecha salarial actualmente se debe a que somos nosotras quienes estamos en los sectores más precarios. Pero aparte de las condiciones laborales, el mayor riesgo al que nos enfrentamos las mujeres en nuestro centro de trabajo es el acoso sexual. Y en la hostelería, sobretodo la nocturna, cabe preguntarse si cuando nos contratan es como mano de obra o como objeto que decora la discoteca y es que ni como consumidoras ni como trabajadoras las noches y la fiesta son nuestras. Es más que común que para trabajar en discotecas, sobre todo aquellas de moda y en zonas turísticas, se nos obligue a usar tacones, escotes, minifaldas. (Hasta me he llegado a encontrar jefes que me han dicho que si tengo pareja —hombre— no me venga a recoger ni diga que tengo pareja). Desde el uniforme a nuestra vida privada es juzgada y entrevistada, por lo que si con nuestros compañeros tenemos en común los sueldos de miseria a nosotras se nos suma la discriminación por razón de sexo, el acoso sexual por clientes, compañeros o jefes.
Puede parecer prácticamente que es imposible cambiar y dignificar la hostelería, y para muchos su solución es “lo dejo o mejor ni entro en él”. Pero no podemos asumir la derrota, la derrota de nuestra clase. Tenemos que dejar de creer que es lo que toca, dejar de normalizar y vivir con el miedo a las represarías por denunciar los abusos laborales. Tenemos que hablar con nuestras compañeras, las del mismo bar y las de enfrente, tenemos que organizarnos, escucharnos y compartir la rabia y el cansancio de ser explotadas una y otra vez. Porque sólo juntas podemos defender nuestros derechos y seguir conquistando hasta construir una sociedad realmente justa e igualitaria. Una sociedad sin clases.
Fuente: María Cuevas. Sindicalista País Valencià en mundoobrero.es