“Parece que las bolleras no podemos ocupar el espacio de la promiscuidad”

La protagonista del libro ‘Como comida. Un festín de bollerapps’ supera una ruptura amorosa a golpe de citas por Bumble y Wapa

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Flor M. Yustas (izq.) y Lidia Toga en el bar Pavón, uno de los escenarios de ‘Como comida’

Sus creadoras, Lidia Toga y Flor M. Yustas, reivindican “follarse el duelo”, frente a lo que se considera propio de las buenas mujeres y de las lesbianas socialmente aceptables.

“Si solo comiese un platillo, sería pincho de tortilla, y si solo pudiera pedir un deseo, elegiría más lesbianas visibles”. Es el texto del perfil que llamó la atención a la escritora madrileña Flor M. Yustas cuando se sumergió por primera vez en las aplicaciones para ligar, dispuesta a superar una ruptura sentimental. Así conoció a la artista plástica e ilustradora Lidia Toga, que también se encontraba transitando el duelo de la separación. En su primera cita, compartieron experiencias, anécdotas y deseos, y decidieron hacer juntas un fanzine, que han ampliado en el libro Como comida. Un festín de bollerapps, editado por Continta me tienes.

Aparecen en las presentaciones con caretas de zorras, como guiño al anonimato de las apps y a la propuesta gráfica de animalizar a los personajes, pero también como referencia al tema central del libro: una celebración de la promiscuidad (bi)bollera. Esta entrevista se realizó con público en el centro cultural feminista La Sinsorga, en Bilbao. Costó que les asistentes se animasen a hablar, pero se consiguió. Dicen las autoras que su objetivo es precisamente romper el silencio sobre el sexo entre bolleras.

Os conocisteis en una app para ligar. ¿Cómo llegasteis a hacer un fanzine y un libro sobre el tema?

Yustas: Las dos veníamos de rupturas de relaciones monógamas de muchos años. Lidia llevaba como seis meses en las apps y yo acababa de aterrizar. Le pregunté cómo andaba ese mundo y empezamos a hablar entre risas de las dinámicas y las faunas que lo habitan. Ahí dijimos: ¡podríamos hacer un fanzine! A Lidia, que es autónoma y llevaba mucho dinero invertido en las apps, le pareció bien capitalizarlo (risas). Abrí un drive y empezamos a volcar textos e ilustraciones.

Toga: Yo llevaba doce años en una relación monógama, así que no había estado en las apps antes, y flipé con lo que me encontré. ¡Había mucho material!

Yustas: Y yo, con tal de no pensar en que estaba triste…

Toga: Las apps se convirtieron en la terapia para el duelo.

También hay euforia en esa vuelta al mundo del ligoteo bollo, ¿verdad?

Yustas: La ruptura desestabiliza tu vida, se va a la mierda un pilar, que es la convivencia en pareja. Pero también es un momento de apertura, de conocer a gente nueva, redescubrir partes de ti que habías dejado atrás… Las apps lo facilitan, porque son la puerta a un montón de gente que viene de sectores muy distintos a los círculos cerrados en los que nos movemos las bibollos feministas. Tienen esa parte democrática.

De hecho, para las mujeres que vienen de relaciones heterosexuales y quieren empezar a salir con chicas es más fácil instalarse una app que ir a una fiesta bibollo.

Yustas: Sí. Además, cuando te separas, ¿con quién vas a ir a los bares? Muchas de tus amigas están emparejadas y no andan en ese mood, o tienen poquita disponibilidad nocturna por el cuidado de sus hijos e hijas. Has de buscar amigas solteras…

O separadas, o poliamorosas, incluidas las que somos madres. ¿Creéis que es real la preocupación de que las apps han vaciado los bares de ambiente?

Toga: No.

Yustas: Es habitual quedar en la app e ir a tomar algo al espacio bibollo.

“Cuando dos bolleras rompen, una siempre es la rota buena, la que enfrenta sus emociones, no se enrolla con nadie… La rota mala es la que se pone a follar por doquier, y se la ve como la chunga”

¿Cómo fue el proceso de adaptar el fanzine al libro?

Yustas: La idea era hacer un fanzine cutre de fotocopias en blanco y negro, y se nos fue de las manos. ¡Teníamos cien páginas de material! Hicimos una publicación pequeña, la presentamos en la librería transfeminista Mary Read y en la Juan Gallery, con performance incluida, y lo petamos. Ahí empezamos a pensar si enviarlo a editoriales, y justo nos llegó un email de Continta me tienes diciendo que querían publicarlo.

Toga: A nivel estético, en el fanzine había muchas fotos y más degradados. En el libro toma más protagonismo el dibujo.

¿Por qué recurres a los animales antropomórficos?

Toga: Las caras humanas no aportan nada más que posibles denuncias (risas), teniendo en cuenta que nos hemos basado en historias y perfiles reales. Además, los animales son un recurso más rico, porque te están sugiriendo características de la persona. También he combinado el dibujo con fotos reales de lugares a los que va la protagonista en Madrid.

Lidia Toga combina las ilustraciones con fondos de fotos de Madrid

¿Cómo construisteis a la protagonista? Asumí que estaba basada en la escritora, pero es una mezcla de vosotras dos.

Toga: Pusimos en común lo relativo a la experiencia de habernos separado y reaccionado de forma similar, “haciendo el cuerpo”. Escogimos las historias de las citas que habíamos tenido la una y la otra, aquellas que nos servían para contar el camino de sanación que hicimos. También hemos creado alguna historia de ficción.

Yustas: Hicimos trabajo de campo quedando con un montón de peña para meter más contenido. ¡Llegó a ser obsesivo! Ambas habíamos sentido cierto juicio o recelo por parte de nuestras amigas bolleras por llevar el duelo así, en vez de estar en casa llorando. La protagonista se queja de ello pero, cuando se relaja un poco, también pide disculpas a sus amigas por no haber ido al entierro del padre de la una o al cumpleaños de la hija de la otra.

Habladme del concepto de “la rota mala”.

Pasa en Carabanchel

Yustas: Cuando dos bolleras rompen, una siempre es la rota buena, la que enfrenta sus emociones, hace terapia, no se enrolla con nadie… La otra es la rota mala, la que se pone a follar por doquier, y se la ve como la chunga. No se entiende esa necesidad.

La protagonista se compara con la superviviente de la violación múltiple de Sanfermines, a la que se juzgó por no ser la víctima perfecta. Lo curioso es que, cuando ya nos ha convencido de ese paralelismo, en el siguiente capítulo se lo cuenta a una amante, quien pone el grito en el cielo por banalizar la violencia sexual.

Toga: Fue un recurso muy interesante que se nos ocurrió porque la editorial quería eliminar esa referencia a “la manada”, porque les parecía una analogía complicada.

Yustas: Las editoras nos dijeron que nos habíamos pasado, ¡y con razón! Lo resolvimos con que una cita le leyera la cartilla. La protagonista te puede caer mal, está en un momento frívolo y es torpe. No queríamos un personaje superpolíticamente correcto.

Me encanta la viñeta en la que la protagonista no quiere contestar a qué se dedican sus padres, porque le parece muy íntimo. Su cita le contesta: “Me acabas de comer el culo. ¿Eso no es íntimo?”.

Toga: Fue una tarea complicada que la protagonista se mantenga en esa posición de querer hacer el cuerpo, porque parece que entre lesbianas lo fácil es hacer el amor. Sorprende que en aplicaciones que sirven esencialmente para follar, no se hable de follar, sino de construir una relación antes de conocer a alguien.

Yustas: Cuando te registras en Wapa, el primer mensaje te avisa de que no es una app de carácter sexual. Al final eso cala. Muchas personas ponían “solo quiero amistad”, quedabas ¡y a los cinco minutos ya te estaban comiendo la boca! Parece que las tías no podemos ocupar el espacio de la promiscuidad. Te aceptan como lesbiana si estás en pareja.

“La plumafobia de las apps es la misma que existía hace 20 años en bares de lesbianas, pero en dos dimensiones y con la impunidad del anonimato”

Muchas ponen en los perfiles que buscan pareja o chicas femeninas, pero es raro que alguien ponga que busca sexo o que le gustan las machorras.

Toga: En un capítulo hablamos de eso, de que para ser aceptadas como lesbianas en este sistema de mierda (por nuestros cuñados, compañeros de trabajo y vecinas) tenemos que ser femeninas, agradables, maternales, buenas mujeres… La protagonista se sorprende de que siga habiendo plumafobia en Wapa, que no es más que lesbofobia internalizada. Y se contesta que en realidad esa lesbofobia existía hace 20 años en bares de lesbianas como el Fulanita. Es esa misma gente, pero en dos dimensiones y con la impunidad que otorga el anonimato. Dan la espalda a lo butch, pese a que encarnamos la visibilidad lésbica.

Me gustó especialmente el capítulo en el que la protagonista termina follando con una cita en un cuarto oscuro de una fiesta de maricas.

Yustas: Es parte de esa exploración de la promiscuidad. Nos quejamos de que los maricas ocupan nuestros espacios, y lo hacen, pero la protagonista descubre que también están deseando que ocupemos los suyos, mezclarse con nosotras… y más cosas [risas]. El libro propone ampliar el campo del deseo, frente a la mirada de “solo bolleras”.

Toga: Se critica a los maricas que no saben los nombres de la gente con la que follan, pero es muy liberador que no tengan tanto peso ni remordimientos en la sexualidad. Cuando me separé, encontré una casa en mis amigos maricas. Me animaban a salir en tetas en las fotos de las apps. ¡Eran fotos de maricón!

Yustas: Como anécdota, Lidia fue mi primera cita de Bumble, me mandó una fototetas y pensé ¡guau, cómo ha cambiado este mundo! ¡Pues no!

Dedicáis un capítulo a la responsabilidad emocional. ¿Cómo se encuentra el equilibrio entre el hedonismo y los cuidados?

Yustas: La protagonista se ríe de que sea la palabra más repetida en las biografías. Es un concepto tan manido que, aunque nos parezca deseable, luego no sabes exactamente en qué se traduce para cada persona. Con todo, plantea que, porque sea un rollo de una noche, no significa que no puedas cuidar a esa persona, tratarla bien, ser sincera, explicar tus límites, no venderle motos… También cuenta algo bonito que nos ha pasado a Lidia y a mí: en ese viaje de apps, hemos hecho colegas que se han quedado en nuestras vidas, ¡y ahora vienen a las presentaciones!

Algo que no está muy presente en el libro son las parejas de chico hetero y chica bi que buscan a una “mujer unicornio” para hacer un trío. ¿Qué opináis de esas figuras tan denostadas en las apps?

Yustas: Un montón de perfiles dicen cosas como “no quiero hacer un trío contigo y con tu novio”. Bueno, ¡pues igual hay quien sí quiere! Yo tengo dos frustraciones: que he intentado ser un unicornio y no me ha funcionado, y que no hay parejas de tías anunciándose para hacer tríos. De nuevo, esas prácticas entre bibolleras no se visibilizan en ninguna app.

La protagonista no usa Tinder. Al principio mencionáis que Bumble lo creó una exfundadora de Tinder, Whitney Wolfe, después de denunciar por acoso sexista a otro cofundador, Justin Mateen.

Yustas: Yo dejé Tinder porque me provocaban rechazo tantos perfiles de gente en veleros, y Lidia nunca lo usó porque le sonaba a hetero. Descubrimos el libro de la periodista francesa Judith DuportailEl algoritmo del amor: un viaje a las entrañas de Tinder, que confirmó nuestra intuición. Cuenta que la aplicación obtiene información tuya mediante el big data, consultando más de 800 webs, de ahí extrae tu nivel económico, tus estudios, tu puesto de trabajo, tu clase social, dónde vives o en qué sitios consumes. En función de ese estudio, te asigna una nota de deseabilidad. Si una persona que tiene menos nota que tú te rechaza, bajas puntos; y si te da like una persona más deseable, subes en esa escala. Es de capítulo de Black Mirror. Entre heteros es aún peor, porque a las mujeres les muestran tíos que tienen un estatus mayor que ellas, bajo la idea de que la pareja funcionará mejor si el hombre tiene una posición dominante. También nos enteramos de que los fundadores eran pareja. Él la acosó y amenazó por redes, fueron a juicio, ella lo ganó, pero siguió el acoso. Estuvo encerrada en casa con miedo a salir, y cuando se recompuso montó Bumble, con la idea de proteger a las usuarias del acoso machista. No defendemos a Bumble, que al final es un producto más de Silicon Valley, pero está bien saberlo.

“Queríamos generar contenido erótico, frente a tanto drama bollo”

La protagonista tiene citas con una mujer autista, con una activista gorda, con varias turistas racializadas… ¿Son reflejo de vuestras experiencias o queríais incluir esos ejes de privilegio y opresión?

Toga: Encuentra un filón en las que llama aves de paso, cuya ubicación es el aeropuerto Adolfo Suárez. Quiere salirse de la charca, no enrollarse con la ex de su ex. Se cuestiona qué es más racista: si entrar a mujeres racializadas o rechazarlas por el miedo a exotizarlas.

Yustas: Al mismo tiempo, ironiza sobre ser una experiencia turística para ellas: del tablado flamenco a follar con la rota mala española. Nos parecía importante ampliar el imaginario de cuerpos deseables y deseantes. Catia Faria hizo un análisis muy interesante de nuestro fanzine para Parole de queer. Cuando nos conoció en persona, dijo: “¡Me imaginaba que la protagonista estaría buenísima, porque folla un montón!”. Ahí nos cuestionamos quién tiene el capital sexual para ser exitosa en las apps: la mujer delgada, blanca, neurotípica. Yo tuve una cita con una chica autista, le conté el dilema de si la promiscuidad nos lleva a reproducir las dinámicas de cosificación de los tíos, y me contestó con sarcasmo: “Mira, ojalá me cosificasen y ojalá hubiese un porno de autistas”. No hemos incluido a personas no binarias y trans, porque no tuvimos esas experiencias. Eso da cuenta de las dificultades extra que tienen a la hora de ligar en apps, mayor miedo a exponerse, a las situaciones de peligro…

Los referentes audiovisuales de bolleras promiscuas son a menudo personas atormentadas, como Shane en The L Word. ¿Faltan personajes que follen por placer, y no para tapar vacíos?

Toga: Igual sí…. aunque nuestra protagonista se lo pasa bien y, a diferencia de Shane, tiene muchos orgasmos. Es verdad que está presente el duelo, pero nos parecía importante que fuera un libro divertido y que te ponga cachonda. Queríamos generar contenido erótico, frente a tanto drama bollo.

Fuente: June Fernández en pikaramagazine.com

Imagen: Sofía Calero Piñero

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