“Desde que comenzó la guerra, los grandes medios están entregados a la tarea de maquillar y embellecer a la OTAN”, opina Fernando Luengo.
Atrapados en el escándalo de los principales medios de comunicación, controlados por un puñado de grandes empresas; medios que, cada vez más, lo son de intoxicación, si es que alguna vez han tenido alguna intención de informar con un mínimo de rigor y veracidad. ¡Hay tantos ejemplos que ponen los pelos de punta! Ahora me quiero referir a algunos muy recientes relacionados con la denominada Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la reunión que se celebra en estos días en Madrid.
El domingo, día 26, se convocó en Madrid, y también en otras ciudades, una manifestación en protesta por la celebración de esta cumbre, por su papel en la guerra de Ucrania, y por todo lo que ha significado históricamente esta organización desde su creación. Si no fue masiva, lo cierto es que acudió bastante gente y, lo más alentador para mí, había bastantes jóvenes.
La SER, emisora de radio que escucho regularmente, se hizo eco de este acto, pero ¡casualmente! puso los micrófonos a personas mayores que evocaban con cierta melancolía –tienen edad para ello– las manifestaciones que hace décadas se hicieron contra las bases militares estadounidenses y las marchas con destino a Torrejón. Y, con toda la intención del mundo, ahí se acabó la crónica. Las batallitas del abuelo. Una manifestación que en el fondo suponía una reminiscencia del pasado, sin mayor interés en la actualidad. El mensaje ya estaba lanzado. Los nuevos tiempos apuntan en otra dirección y no se pueden abordar con los prejuicios y los tics del pasado.
Escucho, una y otra vez, en esta misma cadena y también en la televisión pública que se espera la llegada desde diferentes países de «alborotadores» que intentarán entrar en España para perturbar la celebración de la cumbre de la OTAN. Gente –piensan, evidentemente en “gentuza”– adiestrada, profesional y dispuesta a todo, entrenada en la cultura de la violencia y del rencor.
También aquí el mensaje está lanzado. Protestar en las calles es «dinamitar», podríamos decir casi literalmente, la referida cumbre. Y claro, frente a semejante amenaza hay que desplegar un verdadero ejército de policías, vehículos y armamento. Zonas enteras de Madrid sometidas a un control excepcional que me recuerda, no sé por qué, a los estados de excepción del franquismo. Los policías, con la chulería que acostumbran a desplegar, pidiendo la documentación, abriendo mochilas, advirtiendo de que no te puedes parar… todos somos sospechosos. La seguridad por encima de todo y, por supuesto, por delante del ejercicio de los derechos democráticos.
Desde que comenzó la guerra, los grandes medios están, asimismo, entregados a la tarea de maquillar y embellecer a la OTAN, presentándola como una organización que, casi a su pesar, se ve obligada a responder a la «guerra de Putin», expresión que aparentemente lo dice todo, pura evidencia. Quien la discuta –sin negar, por supuesto, la enorme responsabilidad criminal del jerarca ruso–, ya se sabe, de una manera u otra está del lado de los que han desencadenado la invasión de Ucrania y de los que están provocando un sufrimiento terrible a su población.
La OTAN se habría limitado a reaccionar a esa invasión y el encuentro de Madrid tan solo sería un cierre de filas para ofrecer una respuesta a la medida del desafío que está suponiendo la agresión rusa. ¿Dónde se encuentra en la gran industria de la comunicación la reflexión sobre la agresiva estrategia, llevada a cabo desde hace años, de la Administración estadounidense y de la propia OTAN propiciando un escenario de confrontación con Rusia, que, finalmente, se ha producido?
¿Y dónde el análisis de las consecuencias que tendrá, que ya está teniendo, el fortalecimiento del complejo militar industrial sobre nuestra vida? ¿Y dónde está el debate sobre el demoledor impacto que la actual deriva militarista de la OTAN, secundada sin reservas por las instituciones y dirigentes de la Unión Europea, tendrá sobre las políticas comunitarias que, al menos en teoría, deberían hacer frente a la degradación de los ecosistemas y al cambio climático?
¿Y dónde se sitúa en la estrategia militarista que persiguen Estados Unidos, la OTAN y la UE los países del Sur global cuyas poblaciones, expuestas a la enfermedad, se enfrentan al mismo tiempo, a una hambruna sin precedentes?
No busquemos la contestación a estas y otras preguntas en el oligopolio mediático. Ellos tienen bien clara su hoja de ruta, siempre al lado de los poderosos.
Fuente: Fernando Luengo es economista. Coordinador del videoblog econoNuestra en lamarea.com
Foto: Miles de personas en la manifestación contra la OTAN en Madrid. | Olmo Calvo en eldiario.es