Macarena Olona ajusta las cuentas con el líder de Vox al que define como “un juguete” en manos del sector ultracatólico del partido, una persona fácil de manipular y alguien a quien no le gusta mucho trabajar
Deslumbrada por Santiago Abascal. Una explosión mediática. Azote de la izquierda y el feminismo. Un líder al que no le gusta trabajar. Una camarilla de exmilitares en torno a Ortega Smith. Dinero que desaparece con destino a una fundación. Estrellada en las urnas andaluzas. Dirigentes que son hombres de paja al servicio de una misteriosa organización religiosa. Traicionada por ese líder al que tanto quiso. Macarena Olona cuenta en un libro la historia de su vida y de su paso por Vox. Lo mismo David Fincher, el director de ‘Seven’ y ‘Zodiac’ está disponible para la versión televisiva en Netflix. No debería ser tacaño con las intrigas y los golpes bajos.
“La vida muchas veces no es más que un gran botellón. Allí está todo: la diversión temprana, la pasión ardiente e irrefrenable, la furia irracional de los que se pelean”, escribe en las primeras páginas de ‘Soy Macarena’, publicado por La Esfera de los Libros. Se puede comprar como resumen de lo que fue para ella el partido de extrema derecha. Sobre todo, la parte de furia irracional. En el último año, los cuchillos han volado en Vox y las víctimas se han acumulado dejando la moqueta empapada de sangre. Aparentemente, todos han sido suicidios, pero de esos en los que un cadáver aparece con nueve puñaladas en la espalda.
En el principio de todo, fue el romance que se inició en la habitación de un hotel. Antes de que la imaginación del lector se interne en caminos que puede lamentar, se trata de la reunión en la que Santiago Abascal le propuso entrar en las listas electorales de Vox poco antes de las elecciones de abril de 2019. Como abogada del Estado, tenía la vida profesional resuelta. Pero llegó él.
“Santiago Abascal me deslumbró. No hizo falta más que unos minutos para que creyese en él. Vi a un hombre sencillo, un tipo dispuesto a luchar por España, con el que me sentí identificada al instante”, dice. El hombre que había ocupado puestos menores en política descubrió que el conflicto catalán había abierto un boquete considerable entre los votantes más nacionalistas –españoles, claro– del Partido Popular. Por ahí cabía un nuevo partido que necesitaba candidatos con urgencia.
Como Olona comprobó después, Abascal estaba dispuesto a luchar pero sin pasarse. Resulta que el líder de Vox es tan vago como dicen algunos en las redes sociales. Los líderes cuentan con una tropa nutrida de colaboradores que se ocupan de hacerle la vida fácil. Pero por debajo de cierto límite la cosa empieza a cantar.
Hasta niveles escandalosos, según Olona: “Abascal tiene un problema: el trabajo duro. Es su mayor hándicap. De hecho, durante los tres años que estuvimos juntos en el Congreso, él, siempre en tono jocoso, pero con retranca, me decía: ‘Macarena, no trabajes tanto porque nos obligas a los demás a trabajar’. Aquello que me sonaba y me lo tomaba como un chascarrillo, luego descubrí que iba totalmente en serio”. Aquí los lectores de este medio pueden insertar sus carcajadas.
El libro sirve para comprender mejor el derrumbe de la carrera política de Olona y una metamorfosis de las que no se ven con frecuencia. El fracaso en las elecciones andaluzas, cuya campaña ella define con precisión con las palabras “cagada tras cagada”, unido a toda una serie de conflictos anteriores con la dirección, provocaron un shock en el partido que sus enemigos aprovecharon para fulminarla. Abascal se desentendió por completo y la engañó. En medio, su participación en el Camino de Santiago, un espectáculo seguido con fruición por los medios de comunicación por ser insólito y un tanto zarzuelero.
Había comenzado la veloz carrera de Macarena Olona hacia ninguna parte sin que la gente supiera con exactitud en ese momento que el núcleo duro de Vox ya había decidido defenestrarla o, como mínimo, dejarla amarrada a un escaño andaluz para que no molestara nunca más en Madrid.
¿Quién manda en Vox? El partido prescindió para las elecciones de julio de buena parte de sus diputados más relevantes de la anterior legislatura. Además, sufrió la baja de Iván Espinosa de los Monteros cuando el portavoz parlamentario de Vox comprobó que sus enemigos internos habían ganado la partida.
Definidos de forma discutible como el ala liberal de la extrema derecha –con un gran despiste sobre lo que significa el liberalismo–, Espinosa y los suyos habían sido arrollados por los talibanes, los fundamentalistas religiosos de los que su cabeza pensante (si se acepta esta palabra con sentido irónico) era Jorge Buxadé.
Olona va más lejos. Afirma que en el fondo todos son “hombres de paja”, incluido Buxadé. Quienes siempre han mandado de verdad son Kiko Méndez-Monasterio y Enrique Cabanas, los principales consejeros de Abascal. Si bien el segundo es menos conocido para el público, a Olona se lo definieron en términos muy claros: “Es Dios”. De ahí que diga que Méndez-Monasterio es Dios y el Espíritu Santo, todo en uno.
Hay que dar un salto más arriba para encontrar el poder real, según la exdiputada: “No obstante, la cúspide del poder de Vox con la que yo he tenido contacto es Julio Ariza. Si a partir de Kiko y de su hijo Gabriel (Ariza) la niebla es cada vez más espesa, tras él no se ve nada. Lo que haya tras su figura, lo desconozco”.
Ariza fue diputado del PP en Catalunya, cofundador de Libertad Digital y es el actual presidente del Grupo Intereconomía. Es un vértice esencial en la extrema derecha mediática desde hace años, aunque la empresa que preside no es un modelo de éxito y debe millones de euros.
“Julio Ariza es el último escalón antes de la penumbra y la oscuridad”, insiste Olona, que sugiere que ese nivel enigmático está ocupado por El Yunque a la que define como “una peligrosa, peligrosísima organización paramilitar y ultracatólica secreta de origen mexicano y alcance internacional”.
Por momentos parece que está hablando de los illuminati del partido y que dentro de poco terminará contando la historia completa en el programa de Iker Jiménez. Lo cierto es que no es la primera vez que se habla de la presencia de personas relacionadas con El Yunque en el entramado de Vox. Federico Jiménez Losantos lo ha apuntado varias veces en su programa de radio.
¿Dónde queda Abascal en todo esto? Sólo es “un juguete en manos de las tinieblas que empiezan en Ariza y acaban no sé si en el Yunque, en Miami o en Irán”. Con razón trabaja tan poco.
Tiene más enjundia con el Código Penal en la mano lo que ella pueda contar sobre las finanzas de Vox. En el libro, siembra la duda sin llegar hasta el final, que por algo es abogada. No es ya que Vox financie a la Fundación Disenso, sino que del partido sale un flujo de millones de euros a una fundación privada presidida por Abascal y de cuyo presupuesto se conocen sólo conceptos generales. Olona afirma que las cuentas anuales de Disenso en 2021 revelan aportaciones por Vox por valor de cinco millones. Este medio informó hace unas semanas que fueron siete millones en cuatro años.
En entrevistas con motivo de la salida del libro, Olona ha elevado esa cifra a once millones, junto a los recibidos por la empresa Tizona Comunicación, controlada por Méndez-Monasterio y Gabriel Ariza, en pago a sus servicios. Ella lo llama “el negocio del patriotismo” y plantea que “Vox no se entiende sin la quiebra de Intereconomía”. Quién iba a decir que ser dueño de un partido era una buena inversión económica.
“Si miento, que acudan a los tribunales”, dijo en RNE. Da la impresión de que los dirigentes de Vox preferirían inmolarse ante la estatua de Don Pelayo antes que desnudar sus cuentas en un juzgado después de una querella.
Al comienzo del libro, ella misma lo define como “la autopsia de mi cadáver político”. La suya fue una carrera fulgurante e intensa. Es indudable que compuso una figura carismática para los votantes de extrema derecha. También lo es que defendió con pasión las ideas xenófobas y antifeministas de las que ahora se distancia. Si la vida es un botellón, como decía ella, Olona se dedicó mucho tiempo a lanzar botellazos a sus rivales en el hemiciclo.
Al menos Olona no niega la realidad de su estilo parlamentario, que combinaba la máxima crispación con el desprecio por el enemigo. Lo sintió tiempo después en su persona cuando Vox lanzó a su jauría digital contra ella.
“Soy muy consciente de que he sido un agente activo en ese clima irrespirable que rodea a una política española polarizada”, admite en el libro. Activo y entusiasta. Viniendo de alguien que dice que leía al Marqués de Sade a los trece años, quizá estaba predestinada a ese papel.
Fuente: Iñigo Sáenz de Ugarte en eldiario.es
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