Estación Julio Anguita

  • Anguita demostró que, a partir del concepto de organización, del concepto de frente popular amplio y de la elaboración de un programa participativo, era posible superar el dogmatismo de la resignación.

En 1982, tras los resultados electorales que confirmaron la gran crisis de la izquierda transformadora en España, el PCE se prestó a responder a ese órdago del sistema, caracterizado por el bipartidismo y el neoliberalismo agudo que siguió a la denominada Transición. La respuesta fue una política de unidad popular que recibió denominaciones como “Convocatoria por Andalucía” o, un poco más tarde, “Izquierda Unida”.

::Pasa en Carabanchel::

Se trataba de una convocatoria a organizaciones políticas y sociales, al par que a personas no adscritas, a participar en una elaboración programática y un diseño socio-político de contrapoder frente al bipartidismo. No se convocaba a la gente a participar en un proyecto ajeno, sino a construir entre todos un proyecto nuevo, participativo y alternativo, profundamente autónomo con respecto a los poderes establecidos y de corte alternativo: no se jugaba desde el concepto de alternancia, participando sin más en el mercado electoral, sino desde la apuesta alternativa (programática, ética e ideológica), desde el afán por cambiar las cosas en profundidad.

Dicho proyecto de frente popular buscó desde el principio, dada su voluntad de gobierno, una referencia concreta: la elaboración participativa de un programa, que sirviera a la vez de lugar de encuentro y punto de partida, y también llegada, para cualquier tipo de negociación. A la vez que de cemento que pudiera unir “por escrito”el contrapoder social, político y ciudadano que se pretendía construir.

Indudablemente tenían un papel especial los líderes, y de forma muy clara Julio Anguita, al que, desde su experiencia al frente de la alcaldía de Córdoba, se propugnaba como futuro presidente andaluz de una convocatoria alternativa al círculo vicioso (social liberal) del bipartidismo. Pero, ante todo, se le intentaba dar carta de naturaleza esencial a la construcción participativa de un programa.

El primer debate se produjo sobre una especie de manifiesto, “Convocatoria por Andalucía”, cuya redacción inicial, a lo largo de más de seiscientas asambleas, recibió cerca de mil enmiendas, que hubo que sintetizar en el texto, que de nuevo fue la base de un nuevo debate en las agrupaciones.

Al par se iba trabando el encuentro de organizaciones, en forma de frente amplio, que no solo aportaban su creatividad con respecto al programa participativo, sino que, de igual manera, aportaban y dejaban constancia de sus mochilas históricas y de lucha, y que empezaban a sumarse a un perfil unido pero plural que llegó a integrar a cerca de una decena de formaciones, aparte de miles de personas, conocidas como “independientes”, que participaban en los debate en igualdad de condiciones. Lo cual iba preparando el camino para las primarias provinciales que, llegado el momento, definirían las candidaturas.

En 1984 fue Convocatoria por Andalucía; en 1986, Izquierda Unida. Había fuerza social suficiente para un nuevo tipo de unidad que pudiera seguir combatiendo las injusticias del capitalismo en su etapa posmoderna. Esa posibilidad sigue en pie.

Y algo más: al par, siguiendo los esquemas de la Junta andaluza, se nombró un “gobierno a la sombra”, bajo la presidencia de Anguita, que empezó a desarrollar una política propositiva muy concreta sobre una idea que todo el mundo repetía: Qué haríamos nosotros al día siguiente de empezar a gobernar. Es decir: era posible gobernar y era posible gobernar de otra manera si se conseguía un grado de unidad adecuada, tal como reclamaron algunos de los carteles publicados “Juntos Podemos”. Lo que quiere decir que, a partir del concepto de organización, del concepto de frente popular amplio y de la elaboración de un programa participativo, era posible superar ese dogmatismo de la resignación que hasta ese momento había reducido todos los posibles cambios al horizonte muy limitado del bipartidismo.

De esta forma, pensábamos, podía arrancar el tren de la recuperación y de la respuesta a ese intento del poder del llamado Régimen del 78 por acabar con el PCE e IU, es decir, de esquilmar el espacio histórico correspondiente en nuestro país a la izquierda transformadora.

Con todas las contradicciones y errores del mundo, la respuesta se produjo, en forma de resultados electorales y en forma de implantación programática y territorial; y se produjo de forma aceptable. Es decir, era posible. Había fuerza social suficiente para un nuevo tipo de unidad que pudiera seguir combatiendo las injusticias del capitalismo en su etapa posmoderna. Y esa posibilidad, en momentos como los que vivimos actualmente, donde de nuevo se duda del futuro de la izquierda transformadora, sigue en pie; específicamente en pie, con las correcciones y características que se deban adoptar, con la recuperación singular de los referentes que sean necesarios, empezando por la puesta en marcha de una iniciativa histórica algo más que simbólica: La estación (de alta velocidad) Julio Anguita.

Fuente: mundoobrero.es

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