El PP de Madrid en estado puro

El movimiento de Ayuso ya no tiene marcha atrás. Esta vez no apunta sobre la cabeza de Egea, sino sobre la de Casado, al que acusa de extorsión, de ser un cobarde y de urdir una campaña para destruirla, si bien lo nuclear es si su hermano cobró una comisión de un contrato de 1,5 millones de euros.

Ante ustedes, el PP de Madrid en estado puro. La gestapillo de Aguirre, los negocios sucios del Canal de Isabel II, el vídeo de las cremas robadas por Cifuentes, las fotografías que nunca salieron a la luz y, ahora, el supuesto espionaje a Ayuso para intentar derribarla políticamente. ¡Más madera!

¡Lo nunca visto! Ni siquiera en los tiempos más cainitas del socialismo, que hasta ahora se llevaba la palma en luchas intestinas por aquel 1 de octubre de 2016 en el que el PSOE se quemó a lo bonzo ante la atónita mirada de toda España. Nada de lo que ocurre en estos tiempos en el PP se entendería de no ser porque su líder nacional, el alcalde de Madrid y sus mariachis- incluido Ángel Carromero, que es la primera dimisión que se ha cobrado el escándalo-, la presidenta autonómica y muchos otros protagonistas de esta demolición en directo echaron los dientes en el barro de la filial madrileña desde sus tiempos en las Nuevas Generaciones.

Con todo, no se distraigan en bucear en las hemerotecas porque la lucha por el poder, las intrigas, las traiciones, las mordidas y todos los ingredientes de esta historia, tienen una derivada mayor que es la solemne declaración de guerra de Isabel Díaz Ayuso al presidente de su partido y el cobro de una supuesta comisión de su hermano -que ella misma ha reconocido- a través de la empresa de un amigo de la infancia al que el gobierno regional benefició, sin concurso público y sin experiencia en el sector.

La historia la destapó elDiario.es el pasado otoño y ahora vuelve a la esfera pública porque la presidenta Ayuso ha tratado de convertir el asunto en una guerra sucia desatada por Génova contra ella por querer liderar el partido en Madrid. Ayuso ya no apunta sobre la cabeza de Teodoro García Egea, sino directamente contra la de Pablo Casado, a quien acusa de extorsión para retirarla de la carrera orgánica, de ser un cobarde y de urdir una campaña “cruel e injusta” contra ella. Todo por investigar un contrato de 1,5 millones de euros del gobierno regional por el que su hermano, Tomás Díaz Ayuso, habría cobrado una comisión que algunos medios cifran en más de 280.000 euros. El salto es cualitativo. No hay precedentes de una acusación que roza lo delictivo contra el líder del partido en el que uno milita. Y la diferencia entre el dedo y la luna es más obvio que nunca. El primero: el supuesto espionaje. La segunda: el reconocimiento explícito de la presidenta de que su hermano cobró de una empresa a la que su gobierno benefició durante la pandemia, pero regularizó la situación con Hacienda.

Todo indica que el supuesto espionaje filtrado desde la Puerta del Sol a los medios amigos trataba de frenar la onda expansiva de la bomba de neutrones que la dirección nacional tenía preparada contra Ayuso, después de haber fallado en su propósito de las elecciones castellanoleonesas, que era acabar con Sánchez pero también con la barones. El episodio ya no puede acabar bien, ni regular, ni mal, sino muy mal para ambos contendientes. No hay marcha atrás.

Uno de los dos morirá en el intento. Y si la ética y la decencia puntuaran en política, ni Ayuso podría seguir militando en un partido al que en público ha acusado de prácticas cuasi delictivas ni Génova, por su parte, zanjar sin más el expediente informativo que ha abierto contra la baronesa que, según García Egea, se negó a dar explicaciones y a aportar pruebas del caso como se le reclamó desde Génova hace ya muchos meses. “Nadie usa las siglas para blindarse frente a problemas en los que se haya visto envuelto”, advirtió el secretario general, que añadió: “Se puede tener un buen resultado electoral, pero eso no exime del deber de rectitud y lealtad”. 

El club de fans de la baronesa ya ha impulsado en redes una campaña contra Casado y a favor de su lideresa, y es probable que el asunto la eleve aún más entre sus partidarios fuera del partido, pero nunca dentro de sus propias siglas. Nadie en su sano juicio, sea crítico o favorable al liderato de Casado, puede cargar contra un presidente que ha puesto la ejemplaridad y la transparencia por delante de las luchas de poder aunque lo que asome detrás de todo ello sea exactamente eso: una lucha fratricida por lo orgánico que ha llegado demasiado lejos y ha implosionado la organización en el momento más inoportuno.

P.D. Y a todo esto Abascal, con el camino expedito, para hacerse con el liderato de la derecha española mientras los populares se despellejan unos a otros. No lo podían haber hecho mejor. Enhorabuena a los estrategas.

Fuente: Esther Palomera en eldiario.es
Fuente: Montaje @carabanchelnet

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