- Desde los primeros asentamientos en la ribera del Manzanares, pasando por los milagros de San Isidro y la ermita de Nuestra Señora de la Antigua, la más vetusta de Madrid y su comunidad.
- Arquitectura, naturaleza y cultura se integran en el patrimonio de esta demarcación que desde hace 77 años conforma el distrito de Carabanchel, número 11 de nuestra ciudad.
- El esplendor palaciego de las quintas de recreo decimonónicas se vivió en las de Eugenia de Montijo y Vista Alegre, con salones de baile, teatros y caprichos.
- La modernista Colonia de la Prensa fue refugio de la intelectualidad de principios del siglo XX, y ahora los murales decoran edificios y las galerías de arte proliferan por sus calles.

A lo largo de este recorrido cultural vamos a paladear la rica historia y patrimonio de Carabanchel, un distrito que ha llegado a ser de los más vanguardistas del Madrid del siglo XXI. Desde su vibrante vida cultural, la arquitectura del PAU en el barrio de La Peseta, las galerías de arte, los murales en fachadas y medianas, nos remontamos hasta sus orígenes prerromanos, pasando por los milagros de San Isidro, la Edad Media, el Siglo de Oro y las quintas de recreo decimonónicas.
Primeros vestigios y el Mosaico de las Cuatro Estaciones
Los restos encontrados en el yacimiento del cerro de San Isidro en las inmediaciones de la Ermita del Santo, nos remontan a los orígenes de Carabanchel con los primeros asentamientos en la ribera del Manzanares. Durante el proceso de restauración de la ermita de Santa María la Antigua a finales del siglo pasado, se hallaron pequeños fragmentos de objetos que datan del siglo I o II, tales como ánforas utilizadas por pobladores carpetanos.
Las obras de instalación de ascensores en la estación de Carpetana de la línea 6 del metro durante la primera década de nuestro siglo, sacaron a la luz varios yacimientos paleontológicos del Mioceno medio con miles de fósiles, más de 15 millares de restos con una antigüedad superior a 14 millones de años. Entre ellos, se encontraron mandíbulas de caballo primitivo, fragmentos de mastodontes, rinocerontes, rumiantes, o tortugas gigantes, que hoy se exhiben en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.
El mosaico de Carabanchel, también llamado de Las Cuatro Estaciones, fue hallado en el año 1840, en la antigua finca de los Montijo, según se cita en el trabajo monográfico titulado Mosaico Romano de la Quinta de los Carabancheles, donde el polifacético Juan de Dios de la Rada y Delgado refiere las circunstancias de su aparición: «delante del actual palacio que en su hermosa quinta de los Carabancheles posee la duquesa del Montijo, extiéndese por largo trecho, y casi a flor de tierra, notable serie de pavimentos».

También ofrece una descripción detallada del mosaico, que representa: «el otoño bajo la figura de una mujer, cuyos negros y rizados cabellos coronan pámpanos y tallos de vid, cayendo a cada lado dos gruesos racimos de uvas. Viste túnica romana».
La pieza, que data de los siglos IV-V d. C., constituye el descubrimiento más destacado del yacimiento arqueológico de Eugenia de Montijo, que nos acerca a los orígenes romanos de nuestra ciudad, anteriormente discutidos. Actualmente se conserva en el Museo de San Isidro o de los Orígenes.
El Santo Patrón, vecino de Carabanchel y Nuestra Señora de la Antigua
San Isidro Labrador vivió en un caserío en Carabanchel Bajo durante el siglo XII, y fue sepultado en el cementerio de San Andrés. El desbordamiento de un arroyo que discurría por este camposanto reveló el cuerpo incorrupto de Isidro, hecho que fue interpretado como una señal divina.
Se cuenta que fue en la iglesia de La Magdalena, donde acontecieron los milagros del lobo y de la hogaza de pan, atribuidos a este Santo. A finales del siglo XV, sus aledaños quedaron despoblados y se fundaron dos nuevas localidades, Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo. En el siglo XVI el templo de Santa María Magdalena pierde su rango parroquial para convertirse en ermita, quedando consagrado a Santa María la Antigua.

La ermita de Nuestra Señora de la Antigua, cuyo origen se remonta al siglo XIII, fue la parroquia del antiguo municipio de Carabanchel, hoy integrado en el distrito del sur de Madrid. Se trata de un templo románico-mudéjar de extraordinario valor: el más antiguo de la Comunidad de Madrid, además de ser la única ermita de estas características que se conserva completa.
El templo se asienta sobre este enclave poblado desde tiempos prerromanos. Los trabajos de restauración a finales del siglo pasado desenterraron restos arqueológicos de origen carpetano y romano, como cerámicas, losas y ánforas. Fue declarada bien de interés cultural en 1981.
La Quinta de Eugenia de Montijo, su idílico palacio y jardines
Durante el siglo XVIII y hasta bien entrado el XIX, los Carabancheles se convierten en una zona de recreo y veraneo para la aristocracia y alta burguesía de Madrid, que construyen en este vasto espacio sus casas y palacios.
La conocida como Finca de los Montijo es la más antigua y su extensión ocupaba la manzana comprendida entre las calles de Eugenia de Montijo, Nuestra Señora de Fátima, avenida de los Poblados y la carretera de Madrid a Leganés.

En el siglo XV, se instaura como mayorazgo de los Zapata, una de las familias influyentes de Carabanchel, dueños de casas, viñas, tierras, huertas, majuelos, prados y dehesas, junto al mayorazgo de los Cárdenas. Tras muchos avatares, enlaces y cesiones, la propiedad llega a los condes de Miranda, que a finales del siglo XVIII, llevaron a su villa los capiteles, basas y escudos del palacio que tenían en el centro de Madrid, la llamada Casa de los Salvajes.
En 1839, la Quinta pasa a manos de los condes de Montijo, linaje que convierte la finca en la residencia de verano familiar, impulsando importantes reformas en los jardines y el palacio. La edificación, de arquitectura típica de los Austrias, constaba de un torreón rematado por un chapitel de pizarra. Albergaba un patio central rodeado de un claustro, y además contaba con salón de baile y hasta un teatro donde Manuela de Teba y Montijo organizaba funciones a las que acudían insignes personajes de la intelectualidad europea de mediados del siglo XIX, de la talla de Stendhal, Merimée y el duque de Alba.
La finca, asimismo contaba con una plantación de 20.000 árboles, entre pinos, encinas, álamos y castaños, y la sombra que proporcionaban era tal que, en algunas partes, «no permitían el paso de los rayos del sol en verano». En el jardín había un estanque principal, conocido como El baño de la Emperatriz, y en el otro extremo corría el arroyo del Caño. Había cenadores cubiertos de parras con fuentes de piedra e incluso una gruta cubierta de hiedra y jazmines.

A la muerte de Eugenia de Montijo, la quinta pasa a ser propiedad de los duques de Tamames, que la habitan hasta 1927, fecha en que se cede a la orden de las monjas Oblatas. La congregación funda en ella un convento que permanece hasta 1968, año en que se pone a la venta, se derriban sus inmuebles y en el solar se construye un complejo de viviendas y edificios dotacionales. En el terreno restante, se construye el actual parque de Eugenia de Montijo.
De la antigua quinta hoy solo se conserva el llamado Estanque de las Brujas y junto al mismo, se yerguen los cipreses, orgullosos de su pasado regio: un recuerdo de que allí hubo una de las fincas más importantes del patrimonio de Madrid.
El refugio de las letras y la arquitectura con fines educativos
La icónica puerta modernista formada por dos torreones, nos da paso a uno de los conjuntos arquitectónicos más interesantes del patrimonio de Carabanchel: la Colonia de la Prensa. Un refugio entre Carabanchel Alto y Bajo, aún municipios independientes de Madrid, allá por los albores del siglo XX.

Fundada en 1910 por el colectivo Los Cincuenta, un grupo de periodistas, escritores e intelectuales convencidos de que su labor merecía un entorno digno, la Asociación Benéfica-Cooperativa de Construcción de Viviendas Baratas Colonia de la Prensa impulsó el proyecto bajo el amparo de la Ley de Casas Baratas de 1911. El arquitecto Felipe Mario López Blanco, diseñó un entramado urbanístico perfecto: una plaza circular en el corazón de manzanas rectilíneas, donde 42 chalés se alzaban como “hotelitos”, cada uno con su jardín, revestidos de ladrillo, cerámica, rejerías, frontones y torreones modernistas. Evocaban un jardín secreto donde el silencio y la inspiración convivían en perfecta armonía, en un espacio alejado de la ciudad, pero a la vez, bien conectado con la misma.

Colonia de la Prensa
Pero llegó la Guerra Civil y los “hotelitos” sufrieron el impacto de la metralla que hizo que algunos quedaran reducidos a escombro. En décadas posteriores, Carabanchel pasó a formar parte de Madrid y se convirtió en un barrio obrero, siendo reemplazados los chalés por bloques de pisos. Gracias a la restauración en los años ochenta, se recuperó parte de este patrimonio.
También en Carabanchel Bajo se conserva el Colegio Fundación Santa Rita, reformatorio construido a finales del siglo XIX. Presenta una planta en peine con un volumen central más alto que avanza como entrada y acoge la capilla interior de tres naves cubiertas con bóvedas de crucería de influencia neogótica, mientras que el exterior conserva la sobriedad decorativa del ladrillo neomudéjar, reflejo del eclecticismo que marcó el cambio de siglo.

La Plaza de Carabanchel
Llegamos al corazón histórico del distrito, y saboreamos la placidez de un acogedor espacio peatonal que alberga la sede de la Junta Municipal del distrito, el antiguo ayuntamiento de Carabanchel Bajo. El edificio fue construido en 1910 y remodelado en los años 40 con trazas neomudéjares. Un enclave del patrimonio donde se enlazan pasado y presente, entre la torre mudéjar de la iglesia aledaña, y los edificios institucionales que fueron testigos del paso de pueblo a distrito urbano.
La Parroquia de San Sebastián Mártir data del siglo XV, constituye un rico legado mudéjar y barroco. Fue destruida y reconstruida tras la guerra, y hoy es punto de partida de la procesión del silencio cada viernes santo.
Frente a la sede consistorial del distrito, una escultura conocida como El buzón de las palabras, representa un niño que escribe fragmentos de La historia interminable de Michael Ende sobre una gran esfera. Este bronce simboliza la fusión entre literatura, infancia e igualdad, que dota de humanidad el espacio.
Una joya escondida del esplendor palaciego
La esencia neoclásica, la belleza de sus jardines históricos y el aire romántico que envuelve este espacio tan singular se disfrutan en La Quinta y el Palacio de Vista Alegre, que recientemente ha sido reinaugurado junto al parque restaurado conforme al plano histórico.
La historia de la finca data de principios del siglo XIX, cuando el médico real Higinio Antonio Llorente construye una casa de campo con huerto y estanque. Pablo Cabrero y su esposa Josefa Martínez Arto transforman la propiedad en una finca pública de recreo llamada Vista Alegre, inaugurada en 1824, que contaba con casino, baños y jardines románticos con plazoletas.

Finca y Palacio de Vista Alegre
En 1832, la reina María Cristina de Borbón adquiere la finca y la convierte en Real Sitio, embelleciéndola con caballerizas, invernaderos, una ría navegable, fuentes y diversos caprichos decorativos. En 1859, Isabel II y el marqués de Salamanca, completan el trazado y levantan el Palacio Nuevo, dotándolo de estancias y salones fastuosos.
A finales del siglo XIX, la finca pasa a manos del Estado. Santiago Castellanos se encarga de la reforma del Palacio de Vista Alegre para albergar el Asilo de Inválidos del Trabajo. Posteriormente, las dependencias se destinan a otros centros de beneficencia y educativos.
En 2018, los jardines históricos de Vista Alegre fueron declarados Bien de Interés Cultural y hoy están abiertos al público tras un proceso de rehabilitación. Hoy podemos disfrutar de este oasis urbano con sus fuentes, pérgolas, estufas, invernaderos y cedros legendarios, entre los que destacan rincones como la Plaza de las Estatuas, la Ría y el Parterre.
Vestigios de un pasado cortesano
La Puerta Bonita, que fue originalmente conocida como Puerta de Madrid, era uno de los cuatro accesos a la Real Posesión de la Quinta de Vista Alegre. Su nombre popular deriva del refinado enrejado de hierro forjado de fundición inglesa, cuya belleza y hermosa factura, la hizo merecedora de este calificativo.
La verja que vemos hoy día, no es otra que la reconstrucción de la original, que sufrió el impacto de un camión grúa, quedando destruida casi por completo en 1981. A pesar del estado en que se encontraba, la puerta se dejó en pie hasta que, en 2005, el Ayuntamiento de Madrid la reconstruyó utilizando moldes basados en planos originales, restaurando también los pabellones laterales.
Un presente y un futuro prometedores del patrimonio de Carabanchel

El barrio de la Peseta con su arquitectura de prestigio dedicada a viviendas de protección oficial. Las galerías de arte como Veta con muestras a la vanguardia. Las intervenciones artísticas y murales, como la de la tira cómica 13, Rue del Percebe de Ibáñez, o La musa de Vistalegre que decora la fachada del espacio multiusos Palacio Vistalegre Arena y, con sus 18 metros de altura y 66 de anchura, es el mural más grande de España.
La escultura Hermés de Rafael Canogar en la calle Antonio Leyva …, y un largo etcétera de manifestaciones artísticas, son sólo el punto de partida de nuevas historias que contar sobre este distrito que atesora, no solo un rico pasado, sino un presente y futuro muy prometedores.
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El Ayuntamiento de Madrid ofrece diferentes programas culturales destinados a promover el interés, conocimiento y comprensión del patrimonio cultural de la capital, así como su paisaje urbano, para favorecer su conservación por parte de la ciudadanía.
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Fuente: madrid.es

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