‘Detective Conan: One-eyed Flashback’. Una cicatriz en la memoria

One-Eyed Flashback no es la mejor película de Conan, pero sí de las más equilibradas de los últimos años

Después de un año, Conan vuelve una vez más al cine con su 28ª película, One-Eyed Flashback, y por suerte lo hace con bastante más tino que en otras ocasiones. Esta vez, el misterio gira en torno a un caso sin resolver del pasado del inspector Kansuke Yamato, ambientado en la región montañosa de Nagano, con un grupo de personajes secundarios que rara vez tienen tanto protagonismo en pantalla. Para los seguidores más constantes de la serie, esto ya es motivo de interés. Para el resto, puede parecer arriesgado, pero funciona.

La historia arranca con la llamada de un viejo amigo al detective Kogoro, lo que empieza a mover las fichas desvelando el oscuro pasado de un caso abierto del inspector Yamato de la policía de Nagano. A partir de ahí, el film construye una trama que mezcla lo policial con lo emocional, y que se permite explorar el pasado de sus personajes sin perder de vista la intriga que define a la saga. La decisión de centrar buena parte de la acción en un equipo de detectives regionales, lejos de Tokio, da un aire más íntimo y contenido al desarrollo.

Además, la elección de Kogoro Mouri como personaje activo en la investigación —más allá del gag cómico— es un acierto, y su evolución a lo largo del metraje resulta incluso conmovedora, algo poco usual en su tratamiento habitual. Sus conflictos de orgullo, culpa y redención se suman al misterio principal sin robarle espacio a Conan, que por momentos parece actuar más como un observador secundario que como protagonista absoluto, algo refrescante.

Visualmente, la película luce más que bien. Los paisajes nevados de Nagano se ven cuidados, y los planos de acción están dirigidos con bastante más claridad que en otras entregas. Se nota que aprendieron de su anterior película The million dollar pentagram. Aquí no hay acrobacias submarinas con drones ni bases de datos imposibles de hackear: el foco está en el crimen, en la deducción y en el peso del pasado. Y eso se agradece. Aunque hay un tema con unas antenas parabólicas y unos láseres que son para dar de comer aparte. Y es que no todo son paisajes o flashbacks dolorosos: hay acción, persecuciones, momentos de peligro y ese ritmo ágil marca de la casa que evita que uno se distraiga, incluso cuando la historia da rodeos.

Sí, hay momentos donde la física parece regida por propias normas —uno ya sabe que Conan es capaz de saltar tres metros con una patada, pero no deja de sorprender—, y algunos giros se intuyen con demasiada antelación. Aun así, el guion logra mantenerse firme sin recurrir a los artificios raros o los cameos masivos de media plantilla del manga. También es cierto que algunos personajes secundarios, aunque bien utilizados, pueden dejar algo frío al espectador ocasional: los detectives de Nagano no son precisamente los más populares del reparto, y no hay grandes apariciones de Ran o Haibara, que aquí quedan en roles muy menores.

La música cumple su función, sin destacar ni molestar, y la animación es consistente. Nada revolucionario, pero sí correcta y al servicio de la narración. Se nota el esfuerzo por ofrecer una experiencia cinematográfica que respete el estilo de la serie sin convertirse en un episodio largo. Los efectos digitales están bien integrados y, a diferencia de entregas anteriores, no hay abuso de CGI ni estridencias que distraigan. La escena post-créditos, como en toda película reciente de Conan, funciona como gancho para la siguiente entrega y deja la puerta abierta a que esto no se acabe nunca, aunque uno ya no sepa si alegrarse o empezar a preocuparse por la salud del equipo de producción o propio Gosho Aoyama.

One-Eyed Flashback no es la mejor película de Conan, pero sí es una de las más equilibradas de los últimos años. Recupera el espíritu detectivesco que muchos echaban en falta, se apoya en el desarrollo de personajes secundarios con solidez y no se deja arrastrar por la tentación de convertir todo en un espectáculo de espías. Por momentos, incluso se acerca más al tono de los primeros casos de la serie que a las películas más recientes, hecho positivo  si uno ha seguido a Conan desde hace décadas.

::Pasa en Carabanchel::

Para los fans, es una entrega notable. Para los curiosos, una excusa digna para volver al universo de Aoyama sin tener que tragarse mil capítulos antes. Y para la propia franquicia, una señal de que aún puede ofrecer historias con alma, sin necesidad de recurrir siempre a meter con calzador la organización de los hombres de negro o a Kaito Kid. Si bien no rompe moldes, sí demuestra que Detective Conan aún puede sorprender tras más de tres décadas sorprendiéndonos con sus casos imposibles de resolver.

Fuente: nuevatribuna.es

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