Batán, el barrio donde el paisaje cambiará por el soterramiento de la A-5, como preservar su identidad

Batán no es un barrio oficial, está situado en Lucero (Latina). Su fisonomía cambiará radicalmente con el incipiente soterramiento del Paseo de Extremadura, que siempre lo ha constreñido

Estación de metro de Batán / Somos

Los vecinos se muestran contentos por ver satisfecha una reivindicación por la que han luchado durante años pero se abren ahora nuevas perspectivas de cambio que también incluyen miedos. Una cuenta de Instagram recupera su memoria y pide incorporar algunos edificios y elementos históricos al nuevo paisaje.

Muchas de las tiendas del barrio de Batán lo llevan orgulloso en su nombre. Un bar, una inmobiliaria, una peluquería (Batan Style, dice su letrero), un kebab…Quizá quieren subrayar la identidad de un barrio que no lo es con el plano en la mano. Una de esas barriadas populares que abundan en Madrid (como Lavapiés, La Ventilla o Malasaña) que no por informales son menos barrio.

Batán (perteciente a Lucero, distrito de Latina) está contenido en la pequeña franja que delimitan la Casa de Campo y el Paseo de Extremadura (la A-5). Un conjunto tranquilo de casas donde el paisaje sonoro cambia mucho dependiendo de a qué frontera te acerques. Junto a la estación, prácticamente en el campo, los trinos de los pájaros se hacen muy presentes. Acercándose a la carretera, el continuo ruido de los coches. Y el reconocible canto de las cotorras argentinas, vecinas que empiezan a tener arraigo en la zona, compite con ambos.

Batán vive con cierta inquietud un momento que será de cambio. Tras muchos años de reclamarlo, están a punto de comenzar las obras para el soterramiento de la A-5. Tanto ha tardado en llegar que, como si aún no se lo creyeran, aún hay carteles que lo piden colgando de las ventanas de muchas casas.

Nadie con quien hayamos hablado se arrepiente de que, al fin, se vaya a alcanzar la gran reivindicación del barrio. Lo que no quita que en todos ellos haya anidado también cierta inquietud. Recientemente ha nacido una cuenta en Instagram llamada Historia de Batán. Detrás, hay un grupo de vecinos (el más joven de unos cuarenta años y el mayor de más de ochenta) que quieren dejar constancia de la identidad de Batán en estos momentos de cambio para que no lo sean también de disolución.

La primera entrada de la cuenta muestra un gran caserón cuyo zócalo está repleto de grafitis, conocido por los vecinos como la casa del Príncipe. Es una antigua casa de labranza, uno de los últimos vestigios de lo que era el Batán antes de que se empezaran a construir las colonias que lo conforman desde hace casi setenta años. La persona que la habitaba hasta hace pocos años, de perfil borbónico, afirmaba ser hijo ilegítimo del rey, de ahí el curioso sobrenombre de esta casa que, si nadie lo remedia, desaparecerá con las obras.

Hay otras dos casas justo al otro lado de la carretera, muy reconocibles por todos los que entramos a Madrid por ese punto, que también son de la época (de 1930 y 1948 respectivamente). Hace unos años se perdió ya el edificio de la antigua escuela unitaria que recordaba el origen rural de la zona, cuando aún era parte del término municipal de Carabanchel.

Uno de los muchos locales que llevan en el nombre “Batán” / Somos

Quienes llevan Historia de Batán creen que sería muy interesante la conservación de estos inmuebles. “Una de las razones por las que surgió la cuenta es para pedir que se integren en el nuevo paisaje elementos paradigmáticos. La demolición de los edificios no es imprescindible para las obras, su utilidad para el proyecto es solo para los acopios de las propias obras y esto es fácil de cambiar. Esas casas muestran la esencia de cómo era el territorio antes de existir el barrio y podrían albergar dotaciones, locales para los vecinos, por qué no un supermercado, que no hay en el barrio”, explican.

 La cuenta ha suscitado mucho interés y la gente les manda sus propias fotos, lo que demuestra que hay un interés por la historia del barrio que no se ha satisfecho nunca de forma institucional. Para incidir en el nexos entre los viejos paisajes y los nuevos, proponen también integrar las características señalizaciones de la carretera, con las que han crecido, como un elemento urbano.

 Breve historia de Batán

Algunos de los participantes en la cuenta de Instagram alcanzan a recordar aquellos principios del barrio. El primero de ellos (han preferido hablar bajo el mismo nombre de la cuenta, aunque sus experiencias varían) llegó al barrio en 1963 y recuerda el lugar como “idílico, aunque un poco a desmano”.

 “Aunque el metro llegó al barrio en el 61, la zona de la Colonia de Lourdes y San Manuel quedaba alejada del metro y dependía de los autobuses. Para el año 1965, que llegaron mis abuelos y mi madre, esto seguía así y mi abuela estaba muy disgustada porque, aunque necesitaban una casa más grande y no tenían otra opción, esto le parecía como irse al destierro”. Durante los primeros años surgió algo de comercio y floreció la vida comunitaria, vinculada a las parroquias, al Rosvi (un edificio anexo a la parroquia del Rosario) y a los colegios, según cuentan.

“Al poco de instalarse los primeros vecinos, hacia 1966, comenzaron las obras de ampliación de la N-V para convertir lo que entonces era una pequeña carretera en una autovía, lo que supuso un gran cambio para el barrio. Se expropiaron zonas verdes de los jardines de las urbanizaciones más próximas y el barrio quedó separado físicamente del resto de la ciudad. Se inauguró en 1968”, explican.

La construcción de la autopista –la pista, le llaman algunos– tal y como la conocemos hoy en el último franquismo es un elemento que los vecinos consideran de importancia. Durante años han tenido que aguantar escuchar que cuando llegaron la carretera ya estaba allí, pero esto no es exactamente así, como hemos visto.

No hay demasiada información disponible sobre la historia de Batán y seguramente la más completa la encontramos en el blog Un lugar llamado Batán. Entre muchas cosas, la página muestra publicidad de finales de los cincuenta y principios de los sesenta con la que la inmobiliaria El Batán S.A. ofrecía sus “viviendas subvencionadas”. La historia de esta empresa inmobiliaria, como la de tantas otras, fue accidentada. De la venta de parte de los terrenos que tenía nació el Bolivia, el primer centro escolar público del barrio, pues antes había llegado un centro privado de los Franciscanos. Los mismos, por cierto, que habían construido una iglesia conventual llamada del Rosario en el Paseo de Extremadura en los años cuarenta, que estaba en medio del campo y cuenta entre los primeros hitos del barrio.

::Pasa en Carabanchel::

 Uno de los paseos más interesantes urbanísticamente hablando del barrio es el de la colonia de Lourdes, construida por iniciativa de la Obra Sindical del Hogar entre los cincuenta y los setenta. Sus planos salieron del estudio de uno de los grandes de la arquitectura de este país, Sáenz de Oiza (hay una cuenta dedicada a su relación con el barrio), y en su realización colaboraron otros nombres importantes de la arquitectura como Eduardo Mangada o José Luis Romanygidos, que también lo harían en otras colonias y poblados dirigidos de la periferia. La colonia incluía un colegio, bloques de viviendas de cinco y doce plantas, con una pequeña área comercial en el centro. Aunque los bordillos tienen mordiscos y las paredes desconchones, el espacio sigue siendo sumamente interesante, con zonas ajardinadas, caminos inesperados y visuales caprichosas formadas por la superposición de las picudas torres altas sobre los volúmenes más bajos.

 Aquel primer Batán se planteó como una transición entre el bosque y la ciudad. Aún se aprecia en sus espacios interiores verdes, pero inicialmente el campo debía penetrar en los dominios del caserío con mayor determinación. Sin embargo, las casas no tienen aparcamientos subterráneos, como correspondía a su época, por lo que los coches acabaron ocupando parte de ese espacio. Y es que el arquitecto plantea y el tiempo, de la mano de los vecinos, hace suyo el espacio. La ropa tendida en las fachadas que hoy da color a los edificios responde a una necesidad cotidiana y los ascensores exteriores han crecido a los edificios de menos plantas.

 El de la accesibilidad es un asunto que también ha aflorado como un problema a medida que los vecinos han ido envejeciendo y, en general, nuestra sociedad ha ido adoptando una mayor sensibilidad hacia el asunto. Lourdes fue concebido como un espacio que se adaptaba a la orografía, potenciando su aspecto natural. Para ello, se adoptaron soluciones aterrazadas y muretes que dotan al espacio de un gran encanto para el paseante pero que también se convierten en barreras.

El colegio Nuestra Señora de Lourdes –“Los círculos”– que hoy en día es pabellón del colegio FUHEM  (fundación con origen en la Obra Sindical del Hogar) muestra formas curvas muy similares a la de las Torres Blancas, como si se hubiera rebanado una sección del popular edificio brutalista. Ambos edificios tienen la firma de Saénz de Oiza y fueron levantados en los mismos años. “Hacía trasvases entre sus proyectos, trasladaba ambiciones de un edificio a otro; este colegio y la colonia de viviendas que lo rodea es un resumen de lo que era su trabajo: lo mismo creaba casas para la burguesía que para la clase obrera”, explicaba recientemente en una entrevista Javier Sáenz Guerra, arquitecto e hijo del popular arquitecto.

 Los vecinos siguen recordando cómo era aquel primer Batán. Por aquel entonces, al otro lado de la carretera existía un gran espacio vacío entre el barrio de Lucero y la carretera, recuerdan. En lo que hoy es la Cuña Verde estaba el Cerro de la Mica, donde estuvo el popular poblado chabolista. “Hasta finales de los 70 era un poblado pequeño de unas cincuenta o sesenta familias, sobre todo extremeñas y gitanas. En esos primeros años no había ningún problema”, explican lo vecinos. Sitúan los primeros problemas con la heroína para el año 1977 y su extensión durante las décadas de los ochenta y los noventa. “Fueron años complicado. Por poner un ejemplo, a mí, que nací en el 85, mis padres me tenían obsesionado con dos cosas: no tirarme al suelo sin ver que no me pinchara con una jeringuilla y no dar patadas a bolsas por si había una bomba de ETA”, explica uno de los vecinos más jóvenes del grupo.

 El movimiento asociativo, con la AAVV Batán-Casa de Campo al frente, se involucró en la escolarización de los niños y niñas del Cerro de la Mica, no sin la oposición de una parte del vecindario y muchas trabas institucionales:

 “Había una fuerte marginación de esta población y también de los niños. Por ejemplo, no los admitían en los colegios privados y concertados y se les dedicaban pocos medios desde asuntos sociales para garantizar que fueran al colegio”, explican.

 Otras de las peleas del vecindario fue la comunicación. Al principio solo el autobús 65 se podía coger sin cruzar la carretera y, en los inicios, pasaba cada media hora. Cruzar a través de los oscuros subterráneos que atraviesan la carretera, por cierto, es otra de las preocupaciones que se ha mantenido constante en el tiempo entre el vecindario. El transporte es hoy otra cosa. En 2002 se inauguró una nueva estación, Casa de Campo, que cuenta con dos líneas de metro, y también fueron llegando nuevas líneas de autobuses. Luego vinieron otras reivindicaciones, como el cierre al tráfico de la Casa de Campo para terminar con las colas interminables de coches camino de la zona de prostitución, que se consiguió en 2007 después de la declaración del parque histórico como Bien de Interés Cultural.

 Pero, ¿qué pasará con Batán?

Uno de los subterráneos para pasar por debajo de la carretera que nadie echará de menos / Somos

Antonio es vecino de Batán desde 1987. Su familia es propietaria de la pastelería más antigua del barrio. Se llamaba Fedra, como su hermana, que ha continuado el negocio familiar en el mismo sitio bajo el nombre de La Galleta Prometida.

 No duda en calificar el barrio como “un espacio de convivencia enclaustrado entre la Casa de Campo y el Paseo de Extremadura” y cree que son esos mismos límites “insalvables” los que han hecho que nada “haya cambiado sustancialmente el barrio”. La gente sí, explica, “muchos de las familias que encontraron aquí una vivienda económica cerca del centro se han hecho mayores o han fallecido, pero el barrio se ha renovado con vecinos nuevos y jóvenes provenientes de distintos países, con una buena integración”.

Cree que las limitaciones geográficas afectan también al carácter del vecino de Batán. “Siempre somos visitantes, siempre jugamos fuera, obligados a salir a otras zonas en el día a día”, detalla. “Nuestros sí que son el parque de atracciones, el zoo, la venta del Batán y la Casa de Campo, que tenemos a bien compartir con el resto de madrileños”, dice con gracia. 

 “¿Qué pasará cuando esa carretera de Extremadura deje de ser nuestro muro de Berlín?” se pregunta Antonio, que también se atreve a aventurar una respuesta. “A buen seguro nos engullirán nuestro hermanos mayores de Aluche y el Paseo de Extremadura. Es probable que se pierda la esencia de la convivencia, casi de pueblo, que existe hasta ahora, que se incrementen los precios de la vivienda, que surjan intereses especuladores, que todo cambie…pero el soterramiento ha sido la reivindicación histórica del barrio, por contaminación, ruido o por inseguridad en los túneles por la noche”.

 Desde el grupo que administra la cuenta de Historia de Batán las sensaciones son parecidas. El soterramiento es bienvenido pero con él nacen incógnitas. La pelea del vecindario por conseguirlo ha sido larga y muchas han sido las promesas y planes incumplidos a lo largo de las últimas décadas. Parece que, al fin, será una realidad.

 “Lo curioso es que ahora que han empezado las obras hay gente que se está preocupando por las molestias, por si podrán seguir viviendo de alquiler en el barrio después de que suban los precios, por si cerrarán aún más locales por culpa de las molestias de las obras o porque no venga aquí nadie, por cómo van a cruzar los niños a los colegios, por si va a haber grietas en los edificios…Ese tipo de cuestiones que estaban ahí pero nadie quería ver mientras el proyecto era una quimera”, cuentan los vecinos, que se han reunido en una cuenta de internet como lo hacen también virtualmente para poner de manifiesto en este momento de cambio la importancia de mantener su memoria. Que es “la de la villa, no la de la corte”, advierten.

Fuente: Luis de la Cruz en eldiario.es

.
También podría interesarte