“Levanté la cámara para poder coger el Arco de la Victoria al fondo y disparé” (César Lucas)
Es esta la foto más difundida de Ernesto Che Guevara (1928-1967) en su estancia de apenas 24 horas en Madrid. Una mayoría ignora que aquel gran personaje revolucionario argentino estuvo en Madrid, seis meses después de consumarse el derrocamiento en Cuba del régimen de Fulgencio Batista. Se ve al Che en la curva de arranque de la Avenida de Séneca, que desciende por uno de los extremos del Parque del Oeste. Al fondo se ve un autobús de dos pisos a punto de llegar al Arco de la Victoria. Es la Avenida de la Victoria, comienzo de la A-6 a La Coruña. La distancia entre el Che y el arco es de un kilómetro cien metros. El sol de primera hora de la mañana del domingo lo tiene a sus espaldas. El Che posa mirando hacia el actual edificio del Rectorado de la Complutense. Era el mes de junio de 1959. Hasta ahí habría llegado desde el corazón de la Ciudad Universitaria, presidido por la Facultad de Medicina, ante la que fue fotografiado. Otra toma, menos divulgada en el mismo entorno, se lo ve a unos cincuenta pasos del grupo escultórico “Los Portadores de la Antorcha”.
En enero de 1959, las fuerzas revolucionarias populares, encabezadas por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara, derribaron el régimen de Fulgencio Batista. Seis meses después, en junio, el Che pasó apenas 24 horas en Madrid ni de incógnito ni de forma ilegal. El gobierno español lo había consentido, permitiéndole hacer o visitar lo que desease, con la excepción de no reunirse con los líderes de la oposición al régimen de Franco. Fue una visita insólita, no cabe la menor duda, pero rigurosamente cierta, como acreditan las fotos hechas por el joven César Lucas. El Che fue elegido aquel 1959 embajador itinerante del nuevo régimen cubano para acudir a varios foros políticos internacionales. El primer destino fue El Cairo, pero ello le obligó a hacer escala en Madrid. Apenas 24 horas, que Che Guevara aprovechó acompañado en todo momento del periodista Antonio D. Olano (1938-2012) y del fotógrafo César Lucas (1941). Merece la pena plasmar a continuación dos reportajes de prensa recientes de lo que fue aquella jornada histórica.
Carlos Fuentes en ZoomNews, marzo 2013
«La muerte de Hugo Chávez devolvió a la iconografía política buena parte de su potencial popular, su indiscutible relevancia en las calles de América Latina. Por encima de Perón, Sandino, Zapata e incluso de Bolívar, el rostro combativo del presidente de Venezuela se acerca al de su sobreviviente mentor cubano, Fidel Castro, y quizá se gane un lugar en el altar revolucionario que preside el retrato que Korda hizo al Che Guevara en 1960.
Meses antes de la foto crucial en La Habana, que luego pobló pisos universitarios y ondeó en cualquier lucha por una causa perdida, un reportero madrileño había cubierto, en exclusiva, la primera visita del Che a España. Fue en junio de 1959, pleno Madrid franquista. El dirigente cubano hizo turismo por un día, visitó plazas de toros y avenidas, compró en Gran Vía y evitó cualquier contacto político.
De esa visita histórica, el primer viaje de un líder de la Revolución al extranjero, quedó un puñado de fotos que permanecieron inéditas hasta 1996. Entre ellas, un retrato del Che en la Ciudad Universitaria de Madrid: quizá la imagen que mejor condensa rasgos y actitudes en aquel guerrillero heroico que murió fusilado en Bolivia en 1967.
César Lucas tenía dieciocho años y siete días. Quería ser fotógrafo de prensa, reportero gráfico, y ya se había ganado un puesto en la Agencia Europa Press. Junto al periodista del diario “Pueblo” Antonio D. Olano(foto), que había conocido al Che durante los días de Sierra Maestra, el 14 de junio de 1959, ocho de la tarde, recibió al viajero cubano en el aeropuerto de Barajas.
Ernesto Guevara, el Che, había sido despedido en La Habana con honores de comandante al comenzar el periplo internacional que suponía la presentación del nuevo régimen cubano en el exterior. Un viaje oficial de once semanas de duración por Siria, India, Birmania, Japón, Indonesia, Ceilán, Pakistán, Yugoslavia, Sudán y Marruecos. El primer destino era El Cairo, lo que obligó al Che a hacer una escala técnica en el Madrid de 1959. La capital de la dictadura de Francisco Franco, caudillo por la gracia de Dios, quien el 2 de abril había inaugurado la tumba de José Antonio Primo de Rivera en el Valle de los Caídos. El 31 de julio iba a nacer el grupo terrorista ETA y, a final de año, el presidente norteamericano Eisenhower llegaría en visita relámpago para, a la postre, avalar la continuidad franquista.
“Quiso visitar la Ciudad Universitaria para ver la Facultad de Medicina, pues él era médico de formación”. A esa España de penurias llegó el Che Guevara con un permiso de estancia de veinte horas, con la única condición de no protagonizar actos políticos. “Fuimos a su hotel en la Plaza de España y luego a cenar, él no quería dormir por tener la hora cambiada por el vuelo. Y nos acercamos a la Casa de Campo, a una feria de productos agrícolas regionales”, recuerda César Lucas.
A bordo de varios taxis, el Che Guevara, Antonio D. Olano y César Lucas, también la escolta oficial del líder cubano (el capitán Omar F. Cañizares contaría luego el periplo en su libro Primer viaje del Che al exterior), visitaron a primera hora la ciudad en un domingo de verano. Pasearon de amanecida por la plaza de Oriente, el Palacio Real, varios campos de deporte y la plaza de toros (en Vista Alegre, con el Che pisando el albero). “Quiso visitar la Ciudad Universitaria para ver la Facultad de Medicina, pues él era médico de formación”, indica César Lucas ante la imagen más icónica de la visita del Che. Su foto de la mañana del 15 de junio de 1959.
Es una foto redonda, aunque su autor la tomó en formato vertical. Con la luz de la primera hora, Ernesto Guevara de la Serna, 31 años, aparece en un cruce de calles. Uniforme verde olivo y botas militares. En dirección contraria al letrero para los peatones. De gesto marcial con la mano agarrada al cinturón, la otra apretando un periódico. Detrás, al fondo, un autobús que se marcha hacia no se sabe dónde, y el franquista Arco de la Victoria, al que el Che da la espalda. Pocas imágenes condensan tanto la controvertida personalidad del retratado. César Lucas sonríe: “Cuando esta foto salió a la luz en 1996 un historiador de la fotografía diseccionó así esta imagen, pero yo lo único que recuerdo cuando la tomé es que no quería que la cámara se moviera por nada del mundo”. La mejor foto madrileña del Che Guevara se tomó con una suerte de ingenio y destreza.
Su autor aprovechó el giro de su cámara Rolleiflex para ampliar el alcance: “Eran las siete de la mañana y yo tenía que hacer ver que estábamos en Madrid, que el Che estaba en Madrid”, recuerda César Lucas. “Levanté la cámara para poder coger el Arco de la Victoria al fondo y disparé”. Y así hasta completar 42 fotos con cuatro rollos de película en austero blanco y negro. “En aquellos momentos mucha gente no conocía la cara de los revolucionarios cubanos, sólo sabían que eran barbudos”.
De Ciudad Universitaria a Gran Vía, desayuno en la antigua cafetería ‘California’ y primera anécdota callejera. “En aquellos momentos mucha gente no conocía la cara de los revolucionarios cubanos, sólo sabían que eran barbudos, así que por la calle escuchabas a peatones decir “mira, esos deben ser los cubanos y el de la gorra debe ser Fidel Castro”, porque entonces pocos sabían quién era de verdad el Che Guevara”, explica César Lucas.
“La gente se descolocaba al ver al Che en el Madrid de Franco, perdido en medio de una calle desierta sin saber muy bien adónde ir. Era una imagen con algo de surrealismo”. En el café ‘California’, empero, una camarera reconoció al guerrillero argentino e incluso se hizo una foto con él a pie de barra.
En esa instantánea con Carmen Muñoz el Che posa despistado, ausente, sin mirar a cámara. “No era muy hablador, sí buen observador, con preguntas interesantes. Tosía bastante, por lo bajo, pero con nosotros fue simpático y cordial. Eso sí, no era muy hablador”, recuerda su fotógrafo español. “No era muy hablador, pero sí buen observador, con preguntas interesantes”.
César Lucas también captó al Che Guevara durante la compra en ‘Galerías Preciados’, que abrieron en domingo festivo para él, de una máquina de escribir antes de retomar viaje hacia El Cairo. Ernesto Guevara volvería a pasar por Madrid en su viaje de regreso a Cuba (repitió por tercera vez en 1965, ya disfrazado como el ciudadano uruguayo Ramón Benítez en su camino hacia el Congo). Pero guerrillero y fotógrafo nunca volverían a coincidir. “Al llegar al aeropuerto me preguntó si fumaba y al decirle sí sacó tres puros de su chaqueta. Me los regaló y yo me los fumé”, recuerda César Lucas. Fue el único producto de la compañía del Che porque el reportaje gráfico de César Lucas nunca se publicó. “Salió una nota pequeñita en el diario Pueblo, aunque sin foto”. Así hasta su redescubrimiento público en 1996 en el proyecto sobre la historia visual del franquismo Las fuentes de la memoria.
“Con las fotos del Che Guevara no gané ni un duro, pero me han proporcionado muchos recuerdos, satisfacciones y prestigio profesional. Pero nunca me han reportado beneficios crematísticos ni yo los reclamo”, explica Lucas, autor también del polémico desnudo de la cantante Marisol para la revista Interviú en 1976, luego primer jefe de fotografía en El País y en publicaciones del Grupo Zeta. “El periodismo se empezó a joder cuando el control de los medios lo cogieron los comerciales en vez de los periodistas”.
“Vivimos una gran época para el periodismo en España, cuando se trabajaba en una redacción de periodistas y no en una oficina. Fue un privilegio vivir la profesión en aquellos momentos de finales del franquismo y la llegada de la democracia. Esos días se empezaban a abrir las ventanas, aunque duró poco”, reflexiona César Lucas sin excesiva amargura, quizá sí cierto desencanto porque los tiempos ya no vuelven: “El periodismo se empezó a joder cuando el control de los medios lo cogieron los comerciales en vez de los periodistas”, remacha el veterano fotoperiodista mostrando su retrato madrileño del Che. Aquel día en que Ernesto Guevara pisó la España franquista y le dio la espalda al triunfo.»
Tras las huellas del Che en Madrid. Elisa Silió. El País, agosto 2003
“La cámara no puede moverse, la cámara no puede moverse”. Un único pensamiento martirizaba al fotógrafo César Lucas la madrugada del 13 al 14 de junio de 1959: no podía temblarle el pulso. Al amanecer había quedado con el revolucionario Ernesto Che Guevara (Rosario, Argentina, 1928-Higueras, Bolivia, 1967) en el hotel Plaza de Madrid y pasarían unas horas juntos. Lucas tenía 18 años y llevaba unos meses trabajando para la Agencia Europa Press.
“No tenía apenas experiencia y lo recuerdo como angustioso”, dice. Unos meses antes había encontrado el cuerpo del atleta Joaquín Blume cuando fotografiaba a los muertos de un accidente de aviación en Cuenca y durante tiempo había tenido pesadillas. Ni esa noche ni las posteriores se planteó que sus fotos pudiesen hacer historia. “Los fotógrafos luchamos por el día a día, por conseguir algo que no tienen los demás, pero no para pasar a la posteridad”, asegura. “Y más en este caso que el Che no era aún el icono del siglo XX”. Ahora se alegra de que la galería de arte El Cantil de Santander (Andrés del Río, 7) exponga, del 9 de agosto al 3 de octubre, 22 imágenes, 19 de ellas inéditas, de las 38 que tomó al entonces director del Servicio de Industria del Instituto Nacional de Reforma Agraria de Cuba. Al otro lado del Atlántico, Fidel Castro, en el poder desde hacía seis meses, anunciaba la sustitución de cinco ministros contrarios a la reforma de la ley agraria y Estados Unidos se adhería a la causa de los ganaderos y los productores de tabaco y azúcar que se oponían al cambio.
Galerías Preciados y la plaza de toros de Vista Alegre se abrieron expresamente para el comandante. Esa noche en la que César Lucas daba vueltas a la almohada, el periodista del diario “Pueblo” Antonio D. Olano, que había conocido al Che en Sierra Maestra, hacía de cicerone de éste por Madrid. “Él hacía una escala de horas en Madrid camino de El Cairo, donde iba a asistir a la Cumbre de Países No Alineados. Me llamaron de la Embajada cubana de su parte y por la noche le llevé a la Feria del Campo, en la Casa de Campo, como haría con cualquier amigo”, relata. “Era lo más importante que tenía España por entonces, tomamos pulpo, lo pasamos bien…”, recuerda.
A las seis de la mañana del domingo, en el que el revolucionario argentino cumplía 31 años, César Lucas y Olano recogieron al comandante en el hotel y lo llevaron al campus universitario de la Complutense. Aunque era festivo, “quería ver cómo vivían los estudiantes, los campos de deporte, las facultades… y posó delante de la Facultad de Medicina”, rememora Lucas.
Siguieron ruta y, a petición de el Che, visitaron la plaza de toros de Vistalegre en Carabanchel, propiedad de Domingo Dominguín, hermano de Luis Miguel, que, “como era de izquierdas, se mostró encantado de abrirla”. El comandante dio una vuelta al ruedo y dos albañiles le pidieron un autógrafo. “Hay una foto de otro viaje posterior, que no es mía, del Che viendo una corrida desde la barrera”, señala Lucas. De vuelta al centro pasearon por la plaza de Oriente y el Palacio Real. “Por la calle nadie le reconocía.
No se difundían imágenes en la televisión y lo poco que había era de Castro. El Che y sus dos acompañantes iban vestidos de militar, y como su revolución se conocía como la de los barbudos la gente decía: ‘Éstos deben ser revolucionarios”, relata el fotógrafo, que fue el primer jefe de fotografía de EL PAÍS y actualmente trabaja en el Grupo Zeta.
“Incluso al ver a uno de los acompañantes del Che que llevaba una gorra con visera un señor dijo: ‘Mira, ése debe ser Fidel Castro”. Desayunaron en la cafetería California de Gran Vía y una camarera se hizo una foto con él.
El Che le dijo a Olano al llegar que tenía que hacer compras en domingo. Las tiendas iban a estar cerradas y el reportero decidió hurgar en los recuerdos de José Pepín Fernández, dueño de Galerías Preciados. Había medrado en La Habana, donde trabajó de botones en los grandes almacenes El Encanto, y con capital indiano había fundado en 1929 Sederías Carretas, germen de Galerías. Agarró el teléfono:
-Don Pepín, tengo que pedirle un favor.
-Dígame, Olano.
-Una persona allegada a usted, venida de La Habana, necesita comprar el domingo. Es el Che Guevara.
-No se preocupe, Olano, les estarán esperando en los almacenes de Preciados dos dependientes.
La nostalgia funcionó y el Che compró material de fotografía, una máquina de escribir portátil, cosas de aseo y dos libros, enumera el fotógrafo. Volvieron al hotel de Plaza de España, cogieron un taxi al aeropuerto y allí se despidieron. “¿Qué les ha contado? ¿Dónde han ido? ¿A quienes han visto? No mienta que les hemos seguido”. El régimen franquista había autorizado la escala en Madrid a condición de que el dirigente no tuviese contactos con la oposición y la policía tenía muchas preguntas que hacerles a los dos reporteros. Sus contestaciones bastaron y nadie se acordó de las fotos. El diario Pueblo, que dirigía Emilio Romero, tan sólo publicó una reseña dos días después en la que, bajo una foto del Che, se informaba de su paso fugaz por Madrid. Europa Press metió las fotos en un cajón y fue en 1995 cuando, en la exposición Las fuentes de la memoria, se colgó otra imagen en la que aparecía el comandante junto al Arco del Triunfo de Moncloa, en Madrid. Fue entonces cuando Adolfo Fernández-Punsola comenzó a tirar del hilo que le ha permitido organizar la muestra de Santander. En marzo de 1960, durante el duelo a 136 personas muertas al explotar un barco cargado de armas, Alberto Díaz Korda tomó una foto del Che que editada posteriormente fue impresa en camisetas y banderas de todo el mundo. César Lucas no tiene la propiedad de sus fotos pero no le importa.”Me fumé los tres puros que me regaló. Si lo llego a saber los meto en una vitrina”.
Fuente: Carlos Viñas-Valle en madridafondo.blogspot.com