Médicos piden que se retiren las restricciones en el acompañamiento a enfermos en hospitales

Dos años después de que se declarara la pandemia, y pese a que ya se ha desescalado en la mayoría de espacios públicos, los centros sanitarios permanecen blindados a los familiares de enfermos. Un grupo de sanitarios piden el fin de la soledad en las plantas y también en las UCI

Elena recorre el pasillo del Hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid) arrastrando una maleta de ruedas. Tras de ella, sus hijas cortejan sus pasos hasta la Unidad de Admisión mientras graban el momento. Quieren hacer amena la despedida e intentan ponerle humor al asunto. Su madre va a ser operada de la rodilla y no contará con su acompañamiento. Sólo podrá recibir una visita al día siguiente durante un breve periodo de tiempo, y previo test de antígenos. De fondo, el marcador de las cifras de covid indica que España desescala no solo en el número de contagios, sino en la gravedad de los mismos. Mientras Elena empuja su mochila, el Gobierno anuncia que dejará de dar datos diarios de la pandemia, las mascarillas en interiores tienen los días contados y el camino hacia la gripalización del covid ya ha empezado. Menos en los hospitales, donde ella tendrá que vivir el postoperatorio en soledad y, tumbada en una cama durante las primeras horas, dependerá de que las enfermeras no tengan mucha faena para poder ayudarla a realizar cualquier tarea.

Este viernes se cumplen dos años desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara la pandemia por covid-19 y, pese a que ya se ha desescalado en muchos de los ámbitos de la vida, gracias a un mayor conocimiento del virus, hay uno que permanece congelado. Las enfermas y enfermos que ingresan en los hospitales lo siguen haciendo en soledad.

“Las restricciones se pusieron en marcha cuando sabíamos muy poco del virus. Ahora mismo ya sabemos que hay una serie de medidas que reducen de forma importante la transmisión. Basta con el uso de un EPI y una mascarilla, que usamos a diario en hospitales, para aceptar que las familias entren”. Carlos Velayos es médico en la UCI del Hospital de Fuenlabrada y forma parte del proyecto HU-CI, integrado por profesionales que trabajan en pro de la humanización de los cuidados intensivos. Este grupo de médicos se posicionó a mediados de febrero a favor del fin de las restricciones.

A estas alturas de la pandemia califican de “inhumano” y “sin ninguna justificación científica” el negar el acompañamiento a pacientes por parte de sus seres queridos “en las peores horas de fragilidad y vulnerabilidad del ser humano”.

A estas alturas de la pandemia califican de “inhumano” y “sin ninguna justificación científica” el negar el acompañamiento a pacientes por parte de sus seres queridos “en las peores horas de fragilidad y vulnerabilidad del ser humano”. Además del lado emocional, hacen referencia a aspectos clínicos. “La evidencia científica es clara respecto a la influencia de la presencia familiar en la mejoría en la evolución del paciente, prevención del delirium intrahospitalario y de síndromes post-hospitalarios”, afirman.

Velayos se lamenta de que todo lo que se había avanzado en el ámbito de la humanización de las estancias hospitalarias, especialmente en las zonas UCI, ha retrocedido con la pandemia. “Entendemos que la humanización no es una guinda, tiene que ser algo central en la asistencia sanitaria. Nosotros, antes de la pandemia, llevábamos mucho tiempo avanzando en tener las UCI abiertas e ir ampliando horarios para que las familias pudieran estar el máximo tiempo con los pacientes. Se habían dado pasos muy importantes, que ahora tenemos que volver a retomar”, concluye quien sentencia que “lo que al principio de la pandemia se pudiera aceptar, ahora ya resulta inaceptable”.

“No me dejes”

“No me dejes”, le pidió Emilia a su nieta, Gabriela Sánchez, antes de entrar en urgencias del madrileño Hospital Universitario de La Paz con covid. Tenía 89 años y Alzheimer. Con su mirada transmitía que no entendía muy bien lo que estaba pasando. Su nieta insistió en acompañarla, así le habían permitido hacerlo en otras ocasiones. Era 26 de diciembre de 2021 y el personal se cerró en banda. Dos días después el hospital publicaba un protocolo, al que ha tenido acceso El Salto, en el que se indica que no se permite compañía para ningún paciente con covid, salvo pacientes pediátricos, puérperas o pacientes en estado terminal. Sin embargo, en el caso de pacientes sin covid sí se permite el acompañamiento a dependientes “siempre que el médico o enfermero lo considere necesario”.

Los familiares de Emilia invertían una hora y media cada vez que había que ayudarla a comer. El último día antes de ingresar, y dado al tembleque provocado por la fiebre, apenas podía meterse la cuchara en la boca, explica su nieta. “Los cuidados que mi abuela necesitaba no los tenía. Mi abuela necesitaba ayuda hasta para dar al botón de pedir ayuda. En una sala covid entran cada dos horas. A la mínima necesidad, si necesitaba cualquier cosa, no podría avisar”. No podía ni manifestar dolor. “En los partes médicos se decía que no tenía dolor, pero mi abuela, por la demencia, no se solía quejar. Hay que estar encima de ella y hay que conocerla”, cuenta Gabriela, que es periodista en eldiario.es, donde relató el calvario vivido.

Emilia fue trasladada desde La Paz hasta el Hospital Carlos III, centro que comparte gestión con el anterior. Hasta tres días permanecieron sin noticias médicas, llamando a un teléfono que insistentemente conducía a la nada. “Estuvimos tres días sin tener noticias médicas. El último  día que recibimos una llamada fue el 30 de diciembre. El 31 no recibimos llamada, ni el uno, ni el dos… la noche del dos al tres falleció”, expresa quien, aún a día de hoy no tiene claro por qué murió su abuela. “El 29 nos dijeron que estaba estable, todo bien, pero al tener esa edad todo puede cambiar de un día para otro. Preguntamos si podíamos ir a verla, nos dijeron que no, pedimos una videollamada y nos dijeron que no. El 30 fue la última vez que nos llamaron y nos dijeron que había empeorado, que estaba estable pero grave”. Los médicos, asegura Sánchez, les pidieron permiso para realizar una prueba que tenía su riesgo, con la que querían comprobar que no tenía un trombo en los pulmones. Les prometieron que les darían los resultados. “Jamás recibimos esos resultados”, asegura.

“En la historia clínica aparece que nos llamaron para decirnos que estaba grave y que tenía riesgo de infarto. Esa llamada nunca se produjo. Hay una deshumanización brutal, hasta el punto de mentir”

Hoy lo que tiene en la mano es la historia clínica, que afirma haber recibido hace unas semanas. “En ella aparece que nos llamaron para decirnos que estaba grave y que tenía riesgo de infarto. Esa llamada nunca se produjo. Este ha sido el remate final. Hay una deshumanización brutal, hasta el punto de mentir y al final es su palabra contra la nuestra”, sentencia quien va a pelear porque este caso no quede impune.

Abrir puertas al acompañamiento

Desde el proyecto HU-CI hablan de la “importancia crucial” que las familias tienen en la recuperación de los procesos físicos y emocionales que afectan a cualquier paciente ingresado en un hospital. “Este acompañamiento proporciona, al mismo tiempo consuelo, participación e implicación para las familias, las cuales sufren el proceso de enfermedad al tiempo que su ser querido. Y ni que decir tiene lo que supone en cuanto a alivio moral y emocional tanto para pacientes como para familias y profesionales la presencia de seres queridos en procesos de enfermedad y final de vida”, aseguran.

“Lo que antes por prudencia pudimos dar como válido ahora ya no lo podemos dar por válido. La humanización es esencial, los pacientes tienen derecho a estar acompañados y las familias tienen derecho a acompañar. Lo que tenemos que hacer es facilitarlo y que sea en condiciones de seguridad”, sentencia el doctor Carlos Velayos. En ese sentido, pide un avance en los protocolos que establece cada Comunidad Autónoma y que afina cada hospital.

“Lo que antes por prudencia pudimos dar como válido ahora ya no lo podemos dar por válido. La humanización es esencial, los pacientes tienen derecho a estar acompañados y las familias tienen derecho a acompañar”

En Galicia ya han dado el paso. El pasado 17 de febrero la Consellería de Sanidades abrió la posibilidad de que los pacientes ingresados en plantas covid puedan recibir visitas. Todo después de que transcendiera el caso de Rosario, una mujer de Vigo que falleció sin poder despedirse de su familia. Padecía un cáncer de riñón y se había fracturado dos vértebras. Antes de su ingreso en planta, una PCR positiva impidió cualquier contacto con su familia. “El nuevo protocolo conjuga el derecho de acompañamiento de los pacientes ingresados con medidas que continúan a garantizar la seguridad de los usuarios, de los visitantes y del conjunto de profesionales que desempeñan su labor en el Servicio Gallego de Salud”, aseguran desde el Sergas.

Otras comunidades avanzan más lentas. Es el caso de la Comunidad de Madrid, donde, se ha abierto la puerta al acompañamiento de enfermos no covid. En un protocolo, al que ha tenido acceso El Salto, y que es solo una recomendación para los hospitales, se establecen tres escenarios en función de la situación epidemiológica. En los niveles bajo y medio se permiten los acompañamientos. En el alto, solo algunas excepciones, como los pacientes dependientes, en paliativos, pacientes pediátricos o embarazadas. Entre las excepciones también se incluye el postoperatorio inmediato en planta.

Elena acaba de vivir su postoperatorio en soledad. Entre calmantes consiguió transmitir su estado vía Whats App. Sus hijas mandaban vídeos y audios. Al día siguiente podría entrar una. Tendrían que ayudarla a levantarse para volver a caminar con una rodilla a estrenar. Y contarían con apenas una hora para congratularse por el trance pasado en soledad.

“En un momento en el que las discotecas están llenas o podemos tomarnos unas cañas, se ha normalizado que en los hospitales las enfermas sigan sin poder estar acompañadas de sus seres más queridos. En mi caso no nos pudimos despedir de ella. Pero yo no hablo solo de eso, hablo de acompañar durante todo el ingreso. Hablo de que el paciente nunca esté solo, ni sienta miedo, ni sienta soledad”, sentencia Gabriela, quien cuenta lo que le ha ocurrido a su abuela para que nadie más tenga que pasar por una situación similar.

Fuente: Sara Plaza Casares en elsaltodiario.com

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