La salud mental en Madrid: una encrucijada depauperada

La salud mental es, sin duda, la “hermana pobre” del sistema sanitario y en Madrid es más evidente

Desde el año 1985, en que se publica el documento para la reforma psiquiátrica y de salud mental, cuyos hitos fundamentales se incluyen en la Ley General de Sanidad en el año 1986, la transformación de la asistencia en salud mental se inicia y en la Comunidad de Madrid con decisión y prudencia, dada la complejidad y el entramado de servicios que existían con visión parcial y escasamente dotadas.

Efectivamente, la salud mental es, sin duda, la “hermana pobre” del sistema sanitario y en la Comunidad de Madrid es más evidente. La salud mental encaraba en malas condiciones las sucesivas crisis que, como sociedad, hemos tenido que afrontar. Unas eran propias del sistema sanitario (la anulación de las áreas sanitarias, los “recortes sanitarios”, la paulatina y constante privatización de los servicios sanitarios) y otras las generales (la crisis económica, la pandemia, la guerra de Putin).

Todas estas condiciones constituyen los cimientos de lo que se conoce como determinantes sociales de la salud, ya que estos factores generan un mayor impacto en los tramos sociales de mayor vulnerabilidad por edad (infancia, jóvenes y mayores), de género (mujeres) y clase social o de “distrito postal” como se dice un tanto eufemísticamente (personas con precariedad laboral y en paro, crisis de la vivienda, crisis ambiental). Los determinantes sociales de la salud tienen un impacto real en la evolución de la salud mental de forma silente pero real, alterando los patrones cognitivos y de percepción e interpretación de la realidad social, sensación de desamparo y desvinculación social, desarrollo de conductas adictivas de diversa forma de presentación, alteración del humor, diminución de los mecanismos de adaptación y alteraciones comportamentales, intentos disfuncionales de solución (conductas delictivas o suicidas). En general la alteración del malestar origina la posibilidad de solicitar ayuda profesional, así se incrementa la demanda a los servicios de salud mental.

Pero estas condiciones han impactado en la organización y dotación de los servicios de salud mental y la Comunidad de Madrid ha sido un ejemplo palpable. La desaparición de las áreas sanitarias y los recortes de recursos económicos, incidieron en una disminución de los recursos profesionales y en una modificación del estilo de trabajo y de organización de las actividades profesionales.

El primer efecto consiste en la crisis del trabajo comunitario, la prácticamente desaparición de los trabajos interinstitucionales, la disminución del valor del trabajo en equipo y, como consecuencia, en una deriva del trabajo hacia una visión hospitalocéntrica y adultomórfica, es decir: disminución del valor de los centros de salud mental comunitario con incremento del poder y organización desde los servicios hospitalarios y centrarse en la edad adulta, abandonando la atención de la infancia y adolescencia con el daño real a los desarrollos preventivos.

Con lo anteriormente expresado se comprenden varias consecuencias asistenciales: incremento de las listas de espera para las consultas que pueden llegar a varios meses, el espaciamiento de las consultas de revisión con dos consecuencias: la disminución de la actividad psicoterapéutica y, por lo tanto, el incremento de los tratamientos psicofarmacológicos. Un impacto inmediato: la repercusión en la formación de los profesionales en el sistema MIR, PIR y EIR, que se transforma en una formación alejada a las necesidades reales de la población y teniendo un concepto de contenidos científico-técnicos muy restringidos y concretistas, quizá sean operativos, pero son escasamente oportunos y muy reduccionistas.

Los recursos intermedios (hospitales de día, centros de día, centros de rehabilitación y reinserción social, minirresidencias, comunidades terapéuticas) disminuyen las plazas disponibles o se conciertan con instituciones privadas, con todas las consecuencias que comporta (utilizan menos profesionales, los locales son más limitados).

La consecuencia es la solicitud de la población de una atención de salud mental de calidad para solucionar su problema y la oferta que se instaura es la fragmentación de los servicios, la organización de la atención por diagnósticos clínicos que cumplen con un lavado de cara: atienden depresión, bipolaridad, TDAH, TCA… pero de forma desconectada con la población y con el conjunto del sistema. Estas unidades “específicas” detraen recursos para la atención a la población porque resultan ser menos eficaces (solucionan solo una patología muy concreta, abandonan la atención general) y menos eficientes (son recursos muy caros en relación con los problemas que solucionan).

La Comunidad de Madrid ha elaborado un Plan de Salud Mental, tiene 289 páginas y más de la mitad es una “memoria de actividades”, el denominado plan confirma lo expresado con anterioridad: seguimos sin áreas sanitarias, abandono de la perspectiva comunitaria, visión hospitalocéntrica y adultomórfica, dificultad para la perspectiva psicoterapéutica y consolidación de la visión reduccionista en la formación de los profesionales.

Frente a esta visión de la comunidad de Madrid, se tiene la Estrategia de Salud Mental del SNS, que realiza unas orientaciones claras para afrontar la calidad de la asistencia, primando la orientación hacia las personas y la disminución del estigma de todo lo relativo a la salud mental y hacerlo de forma integral e integrada, sin fragmentaciones interesadas de los diferentes grupos de presión.

Manifestación 26M |Salgamos a la calle por una Sanidad Madrileña Pública, Universal y de Calidad.

Fuente: José Luis Pedreira Massa | (Psiquiatra y psicoterapeuta Infancia y Adolescencia) en nuevatribuna.es
Foto:  Federación de Salud Mental de Madrid

.
También podría interesarte