El pasado domingo una vecina denunció a agentes de la Oficina de Intervención Comunitaria del distrito de Usera que su hijo se encontraba con trastornos intestinales, y que creía que habían sido ocasionados por la conservación de los churros que había comprado en un quiosco instalado cerca de un parque infantil.
Los policías realizaron una inspección en el ‘Bar-Churrería’ para comprobar el estado de conservación de los alimentos, observando que las vitrinas con churros rellenos de crema y chocolate se encontraban sin refrigerar y orientados de tal manera que les incidía el sol directamente.
Carecía de agua caliente, realizando la masa de los churros con una serie de bidones de plástico de agua, de 25 litros de capacidad, que almacenaba en la parte trasera.
La higiene personal y el lavado de utensilios los realizaba con dos cubos que también tenía en la parte trasera del remolque, reutilizándola continuamente.
La instalación eléctrica que distribuía la corriente del remolque, se encontraba en el aire, sin tapa y con los cables pelados sin la protección y aislamiento adecuado.