Cuando el vecino te enseña a leer tu nómina

Sindicalismo de barrio a través del apoyo mutuo, el feminismo, los cuidados colectivos y la acción directa.
Los casos de Carabanchel, Sants y Pamplona

“Every worker needs a union”. Con esta frase parpadeante en un GIF y el número de teléfono de guardia para consultas sobre disputas o irregularidades en el centro de trabajo, ADELA anunciaba en Twitter que debido a la emergencia sanitaria del coronavirus no podría reunirse en el EKO de Carabanchel hasta nuevo aviso. ADELA no es una mujer: es otra forma de hacer sindicalismo bajo el acrónimo de Autodefensa Laboral. Este grupo de trabajo nacía en el seno de la Asamblea Popular de Carabanchel del 15M hace cuatro años con el objetivo de abordar una problemática que desde los diferentes colectivos surgidos al calor de las plazas aún no se había colocado en el centro. Vivienda, sanidad, servicios públicos… Pero, ¿no es el trabajo algo que nos atraviesa a todas?

Disputas laborales sin abandonar los cuidados

“Nos podemos defender de acusaciones de enaltecimiento del terrorismo delante de la Audiencia Nacional, pero no sabemos leer nuestras nóminas”, comenta Daniel García, uno de los que ayudaron a levantar ADELA desde sus inicios. Tanto él como otras de sus compañeras forman parte de otros sindicatos de clase y combativos, pero esto no es impedimento sino fortaleza a la hora de conformar un grupo de trabajo laboral que bebe de diferentes maneras de hacer. El sindicalismo de barrio que surge al otro lado del río Manzanares se inspira en la Red de Solidaridad de Seattle y en los Colectivos de Solidaridad de París y tiene por pilares la perspectiva feminista, el apoyo mutuo y la acción directa.

“¿No te pagan tu sueldo? ¿Te dejan a deber o te dan una miseria? ¿Sufres acoso laboral? ¿Te han despedido? Comencemos a organizarnos y tejer redes de solidaridad”. El cartel mediante el que ADELA convoca cada dos semanas a asamblea es sencillo y directo. Te interpela, porque es muy probable que hayas pasado por algo así en alguno de tus últimos contratos. Pero el cambio a la primera persona del plural es inmediato, porque los problemas que a priori parecen individuales se convierten en colectivos apelando al compromiso. “Defendemos las causas de otras personas que son las nuestras propias porque pertenecemos a la clase obrera”, afirma Sonia Ruiz Fresneda. No son una mera asesoría laboral y luchan por romper con el rol de asesor y afectado, ya que “todos los que formamos parte de ADELA hemos tenido conflictos laborales a lo largo de estos años y los hemos traído al espacio. Todas sentimos que en cualquier momento podemos estar en una situación en la que tenemos que pedir ayuda”, insiste.

El papel de las mujeres en ADELA es imprescindible, tanto por su proporción dentro del espacio como por su función. Para Sonia, “en los sindicatos de clase tradicionales, los cargos los ocupan mayoritariamente los hombres mientras que las mujeres suelen estar en la “sección de mujeres”. En ADELA no hay jerarquías, de repente puedes encontrarte una compañera que tiene el rol de asesorar, o que es abogada, o que se encarga de tomar acta”. Pero a pesar la importancia de la representatividad, cuando hablamos de hacer sindicalismo con perspectiva feminista nos referimos también a la despatriarcalización de las formas de proceder y las lógicas que continúan rigiendo la mayoría de los espacios políticos. A Joaquín González, otro de los integrantes de ADELA, una de las cosas que más le llamó la atención cuando comenzó a participar en el espacio fue la labor de acompañamiento, los tan nombrados “cuidados”, en su vertiente más práctica: la escucha. “Aquí el acompañamiento no se basa en “tráeme tu problema y yo te soluciono las cosas”. Mucha gente viene y se quiere desahogar, que alguien le escuche, que alguien le acompañe si tiene que ir a un acto de conciliación. Esto no es imprescindible, pero es importante que la persona se sienta respaldada”, valora.

La acción directa, otro de los pilares de ADELA, tampoco se escapa de los cuidados. Casi todas las personas que llegan a la asamblea vienen con un despido bajo el brazo, y a la hora de elaborar una hoja de ruta de actuación, desde investigar a la empresa, poner una papeleta de conciliación o hacer una campaña por redes sociales, se tiene siempre en cuenta la voluntad y la salud mental del afectado. “Nos ha llegado algún caso en el que la persona llega a la puerta de su trabajo y se desmaya, no es capaz”, relata Sonia. Es importante acompañar emocionalmente a la persona e ir proponiéndole y consensuando las acciones, se le ofrecen posibilidades y es ella quien marca el ritmo, “porque podemos decir que haremos un piquete en la puerta de su empresa, pero si la persona no está preparada, no es viable”, comentan.

La feminización de la pobreza es un fenómeno que tienen muy en cuenta, y es que muchas de las mujeres que acuden a la asamblea son migrantes y se encuentran en situación administrativa irregular. Las cuotas obligatorias de los sindicatos mayoritarios, que serían inasumibles, son intercambiadas aquí por horas de militancia. Daniel pone el énfasis en la importancia de las sinergias entre el grupo laboral y el grupo de vivienda que también se reúne en el espacio liberado y autogestionado EKO, ya que “se tejen lazos de confianza y se van introduciendo situaciones donde el conflicto laboral no lo explica todo, sino que también hay otros problemas vinculados a la pobreza energética o la emergencia habitacional”. Entender que sin techo no hay pan, y viceversa.

Lo territorial como valor

Durante el otoño del 2016, Pamplona veía echar a andar a la Red de Autodefensa Laboral (RAL). Desde diferentes movimientos sociales de la comarca consideraban que la manera en la que normalmente se abordaba lo laboral con relación a la juventud era siempre superficial, abstracta, sin intervenir en las condiciones de trabajo y de vida. “Ni siquiera se planteaba como interesante el crear herramientas prácticas”, comenta Daniel Askunze, de la RAL. En lugar de una organización sectorial al uso, vieron interesante plantear la escala organizativa a nivel territorial, en el área metropolitana de Pamplona: los barrios en lugar de las empresas. Sin embargo, esta decisión no fue tanto voluntaria sino acorde a las condiciones materiales, ya que tanto los lugares donde la juventud vende su fuerza de trabajo, como los tipos de contratos, suelen imposibilitar la organización dentro de la empresa.

La formación es uno de los aspectos clave para la clase trabajadora en general, pero sobre todo para los que comienzan a firmar sus primeros contratos. En la RAL ninguno de sus miembros contaba con una militancia sindical previa, y por ello la incorporación al grupo de una abogada laboralista supuso un salto cualitativo. El funcionamiento de la asamblea es similar al de ADELA, se dan a conocer mediante pegadas de carteles y redes sociales y cuentan con un teléfono al que se dirigen las personas con consultas sobre disputas laborales. “Siempre tratamos de que la comunicación por teléfono sea mínima y les invitamos a la siguiente asamblea para trata el caso”, comenta Dani. A pesar de que muchas de las personas que acuden a asamblea lo hacen a título individual, valora muy positivamente conflictos como el del Bar Batzan, donde los trabajadores se habían organizado dentro del espacio de trabajo para después acudir a la RAL. “Es a lo que tenemos que aspirar, a la autoorganización”, afirma.

Pero en otras partes del Estado también están naciendo iniciativas que se amoldan a la situación concreta de sus territorios. El barrio de Sants, en Barcelona, cuenta con un Grupo Laboral desde hace más o menos 6 meses, una iniciativa surgida dentro de la Asamblea de Barri de Sants y muy cercana al Grupo de Vivienda. Teniendo en cuenta el tejido comercial del barrio, han empezado elaborando octavillas enfocadas a la hostelería y al pequeño comercio para repartirlas directamente en los centros de trabajo y ofrecer así sus servicios. “Entendimos que la necesidad no era tanto crear un punto de información laboral, que es la idea de un abogado detrás de una mesa que resuelve tus dudas, sino que optamos por un formato asambleario donde alguien viene y explica un caso. Muchas veces hay otro trabajador que ya ha pasado por la misma duda y se la puede resolver sin tener que intervenir nosotros”, relata Marcos Muñiz, uno de sus miembros.

Para Marcos, constituirse como un Grupo Laboral circunscrito al barrio de Sants, para gente vive o trabaja dentro de sus márgenes, “nos ha permitido acercarnos mucho más a los vecinos y a este cambio de paradigma de los trabajadores, al hecho de que antes trabajábamos en grandes fábricas y actualmente la mayoría no tenemos más de 3 o 4 compañeros de trabajo”. Sin embargo, no hay que pasar por alto que hoy día es complicado encontrarse con gente que viva y trabaje en el mismo distrito, lo que supone dificultades añadidas en la hora de movilizar recursos para afrontar conflictos laborales. “Dentro del barrio nos vemos con la capacidad, porque tenemos un apoyo social muy fuerte en el barrio, pero una persona de Sants trabajando a 30 kilómetros de Sants nos comportaba un problema: no es lo mismo desplazar a 100 personas tantos kilómetros para un piquete a saber que en ese lugar ya vas a tener a 50 personas apoyándote”. Por este motivo una de sus prioridades es tejer redes con otros colectivos anticapitalistas de Barcelona ubicados en otros barrios, para asegurarse un apoyo popular y así poder dar respuesta.

“No vinimos a suplantar al sindicato”

Abogar por una hipotética sustitución de los sindicatos de clase por grupos laborales de barrio es algo que desde Carabanchel, Sants o Pamplona descartan. Muchos de sus miembros son también afiliados de sindicatos combativos como CGT, CNT o COS y creen que hay una complementariedad entre las distintas maneras de entender y ejercer el sindicalismo. “Siempre hemos dicho que no veníamos a sustituir a nadie sino a rellenar huecos, a hacer sindicalismo de otra manera, más horizontal, pero entendemos que hay otros sindicatos con los que hay que convivir y a veces confrontar”, comenta Sonia. Además, cuando alguien se acerca a ADELA con un conflicto, “siempre le preguntamos si en su centro de trabajo hay representación sindical, porque si hay un comité de empresa que funciona tienes que acercarte a él”. En ADELA, por ejemplo, esa complementariedad la vivieron con el conflicto laboral de Amazon en el 2018, “los compañeros de CGT Amazon tenían su centro de trabajo en San Fernando de Henares, pero en el barrio impulsamos la campaña de “Carabanchel no compra en Amazon” llamando al boicot para que la gente no utilizase sus buzones, ya que creíamos que era la línea que teníamos que cubrir”, relatan. En Sants había un espacio que los sindicatos combativos no llenaban, debido al tejido de comercio pequeño, textil o hostelería. “Nos estábamos dando cuenta de que había una necesidad de crear secciones sindicales pero que muchas veces no había capacidad en ciertos centros de trabajo tan pequeños”, atestigua Marcos.

Desde los movimientos juveniles que construyeron la Red de Autodefensa Laboral en Pamplona observaban que había cierta desconfianza hacia los sindicatos mayoritarios, que en un principio consideraban ajenos a su realidad. Daniel comenta que pasado el tiempo han ido complejizando el análisis y han observado que “es verdad que los sindicatos han estado ligados a sectores más estables de la clase trabajadora, pero también lo es que han tomado nota de que esos estratos son cada vez más minoritarios y que esto está implicando una pérdida de su influencia”. Sin embargo, a pesar de estos cambios, consideran que “siguen reproduciéndose las lógicas de la delegación”, mientras que la RAL reivindica su labor de dotar a los sectores más proletarizados de verdadero protagonismo en la resolución de sus conflictos, algo que va mucho más allá de crear una sección sindical o simplemente ser tenidos en cuenta.

En estos días convulsos protagonizados por despidos, por ERTEs no justificados que pueden terminar convirtiéndose en EREs y por la obligatoriedad de asistir a puestos de trabajo no esenciales, los grupos laborales o sindicatos de barrio están recibiendo consultas en sus números de guardia e intentando realizar un asesoramiento virtual como alternativa a las asambleas quincenales. Desde ADELA también preparan una guía con consejos ante situaciones que los trabajadores pueden afrontar en sus puestos a lo largo de estas semanas. A pesar de la falta de expectativas y el vértigo que supone mirar hacia delante, la emergencia de redes de solidaridad de vecinos bebe de las mismas ideas que confluyen en los grupos laborales y de vivienda que han nacido a lo largo y ancho del Estado: el pan y el techo van de la mano, y cuando el panorama que se viene nos deja un poco fríos, el barrio siempre calienta.
Fuente: Cristina Barrial en lamarea.com

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